Capítulo 5: Rumbos Inciertos

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El silencio en la nave era abrumador. La tormenta de arena había quedado atrás, pero la tensión seguía presente, palpable como la corriente eléctrica en el aire. Me senté al mando, con las manos aferradas al panel de control, sintiendo la vibración del motor bajo mis dedos. Kira estaba a mi lado, con una expresión que oscilaba entre la preocupación y la determinación.

—¿Estás bien, Zik? —me preguntó, rompiendo el silencio.

Asentí, aunque no estaba seguro de si era cierto. La realidad de lo que había hecho aún me pesaba. Había tomado el sable, y aunque me daba poder, también sentía que estaba a un paso de caer en una oscuridad que no entendía del todo.

—Necesitamos salir de aquí antes de que Thain nos encuentre —dije, tratando de concentrarme. No podía permitir que el miedo nos paralizara. Tenía que ser fuerte.

Mientras navegábamos a través de los escombros espaciales, mi mente divagaba. Pensaba en el sable, en su energía oscura. No solo era un arma; era un símbolo de todo lo que había perdido y lo que podría ganar. Pero, ¿a qué precio?

—¿Qué planeas hacer ahora? —preguntó Kira, rompiendo mis pensamientos.

—Primero, tenemos que escondernos —respondí. —No puedo permitir que Thain nos encuentre. No puedo permitir que me controle.

Kira asintió, y sus ojos brillaron con determinación. Sabía que ella también estaba dispuesta a luchar por nuestra libertad. Me sentí un poco más fuerte al pensar en eso. Tenía a alguien a mi lado que se preocupaba por mí, alguien que creía que había algo más en mí.

De repente, las luces de la nave comenzaron a parpadear, y un aviso sonó. Me giré hacia el panel de control, mi corazón se aceleró.

—¡Qué demonios! —exclamé, y vi que la nave estaba siendo rastreada.

—¿Qué significa eso? —preguntó Kira, alarmada.

—Significa que Thain nos ha encontrado. Necesitamos movernos, rápido.

Con manos temblorosas, ajusté el rumbo, pero antes de que pudiera hacer algo, el sistema de navegación comenzó a fallar. Miré a Kira, que se sujetaba del borde del asiento con fuerza.

—¡Zik, tenemos que actuar! —gritó, mientras el sonido de un motor resonaba detrás de nosotros.

—Voy a intentar desactivar el rastreador —dije, con una determinación renovada. Sabía que tenía que actuar rápido. Me desplacé al panel de control y comencé a pulsar botones al azar.

Pero antes de que pudiera hacerlo, un estruendo resonó, y el impacto sacudió la nave. Kira gritó, y yo luché por mantener el control.

—No podemos quedarnos aquí —dije, apretando los dientes. —Debemos escapar antes de que sea demasiado tarde.

Mientras trataba de estabilizar la nave, Kira comenzó a buscar algo en el área de almacenamiento. Encontró un pequeño dispositivo que parecía un jammer, algo que podría interferir con los sistemas de rastreo.

—Esto podría funcionar —dijo, mientras lo conectaba a la consola.

Agradecido, le sonreí, y sentí que nuestra conexión se fortalecía en ese momento. Juntos, podíamos enfrentar lo que fuera.

Con el jammer activo, la nave comenzó a perder la señal de Thain. Mi corazón se calmó un poco, pero sabía que no podíamos bajar la guardia.

—Tenemos que encontrar un lugar seguro —dije, dirigiendo la nave hacia un asteroide cercano, una pequeña roca que parecía un refugio perfecto. —Podemos escondernos allí y planear nuestro siguiente movimiento.

Mientras nos acercábamos, Kira me miró con seriedad.

—Zik, ¿qué vamos a hacer con el sable? No sé nada de él, pero siento que está afectándote.

Tomé una respiración profunda. Sabía que Kira tenía razón. El sable era tanto una bendición como una maldición. No podía ignorar su influencia, pero también no podía deshacerme de él.

—No lo sé, Kira. Pero tengo que aprender a manejarlo, a entenderlo. No puedo dejar que me controle.

Ella asintió, su mirada fija en mí, como si intentara descubrir mis pensamientos más profundos.

—Confío en ti, Zik. Solo no olvides que no estás solo. Estoy aquí contigo.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora