Capítulo 18: Perdidos en el Infinito

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El silencio en la cabina de la nave era abrumador. Las estrellas pasaban como destellos en la oscuridad del espacio mientras Kira y yo navegábamos sin rumbo. No teníamos un destino, solo un impulso de seguir adelante, de buscar algo, lo que fuera, que pudiera darnos respuestas sobre Thanatos, sobre el enemigo que nos perseguía, y sobre mí mismo.

Habían pasado días desde que habíamos dejado el basurero de chatarra donde todo había cambiado. Mi mente seguía atrapada en los ecos de ese lugar, en el momento en que el sable rojo atravesó al hombre que había intentado matarme, en su grito apagado por la muerte. Sabía que algo dentro de mí había cambiado, pero no estaba seguro de qué.

Kira rompió el silencio de la nave con una voz apagada, cargada de preocupación.

—Zik, no podemos seguir así. Vagando sin rumbo... —dijo, su mirada fija en los controles, evitando la mía—. ¿Qué crees que encontraremos? ¿Sabes siquiera a dónde nos dirigimos?

Negué con la cabeza, aunque sabía que ella tenía razón. Sentía su frustración, su miedo. Yo también lo sentía. Pero algo en mi interior me decía que seguir adelante, aunque fuera sin dirección, era mejor que quedarnos quietos.

—No lo sé, Kira. Solo... siento que tenemos que continuar. Hay respuestas ahí fuera. Lo sé.

Su silencio lo dijo todo. Aunque compartíamos el mismo objetivo, empezaba a sentir que estábamos en caminos distintos. Sin embargo, nuestras vidas estaban unidas por algo más profundo que la simple supervivencia.

De repente, un escalofrío recorrió mi columna. Una perturbación en la Fuerza. Un tirón, como si algo o alguien me estuviera llamando desde el vacío.

—Siento algo —dije, mi voz baja, casi en un susurro—. Algo cercano.

Kira me miró con una mezcla de sorpresa y desconfianza.

—¿Qué es? —preguntó.

—No lo sé, pero creo que debemos seguirlo.

Sin decir más, ajusté los controles de la nave y la guié hacia un sistema planetario que no aparecía en nuestros mapas. A medida que nos acercábamos, las estrellas parecían desvanecerse, reemplazadas por densas nubes que cubrían un planeta oscuro, inhóspito y desconocido.

—¿Estás seguro de esto? —Kira no pudo ocultar su incomodidad—. Este lugar no me gusta.

—Yo tampoco lo entiendo —respondí—, pero siento que hay algo aquí que debemos descubrir.

Nos adentramos en la atmósfera del planeta. La nave temblaba mientras descendíamos, rodeados por un espeso manto de nubes. Finalmente, aterrizamos en un claro en medio de un bosque oscuro y espeso, lleno de árboles torcidos y raíces entrelazadas que parecían moverse como si estuvieran vivas.

Salimos de la nave, y el aire era denso, casi opresivo. Podía sentir el peso de este lugar sobre mis hombros, pero había algo más. Una energía antigua, profundamente arraigada en la Fuerza, se extendía por todas partes. Era como si este planeta hubiera presenciado algo inmenso y oscuro.

—Algo no está bien aquí —murmuró Kira, mirando a su alrededor con cautela.

—Lo sé —respondí—, pero debemos seguir adelante.

Nos adentramos más en el bosque, y a medida que avanzábamos, sentía una extraña conexión con este lugar. De repente, las visiones comenzaron. Imágenes fugaces de batallas antiguas, figuras encapuchadas empuñando sables de luz. Sangre derramada. Gritos.

Me detuve, mi respiración acelerada. Kira se acercó, preocupada.

—¿Zik? ¿Qué sucede?

—Estoy viendo cosas... —murmuré, intentando mantener el control—. Visiones.

Las imágenes eran tan intensas que casi podía sentir la energía de los sables atravesando mi cuerpo. Cada visión me arrastraba más hacia lo desconocido, hasta que apenas podía distinguir entre la realidad y mis recuerdos.

Finalmente, llegamos a lo que parecían ser las ruinas de un antiguo templo. Estaba cubierto de musgo y enredaderas, pero sus muros se mantenían en pie, como testigos de un pasado olvidado. Al acercarme, sentí que algo dentro de mí resonaba con el lugar. Como si este templo hubiera sido construido para alguien como yo. O tal vez, para algo mucho peor.

—¿Qué es este lugar? —preguntó Kira, su voz baja, casi un susurro.

—No lo sé —respondí, tocando las inscripciones en la pared—. Pero siento que tiene algo que ver con la Fuerza. Algo antiguo.

De repente, una sombra se deslizó entre los árboles. Sentimos que no estábamos solos. Una presencia oscura nos observaba desde lejos, invisible pero tangible. Kira dio un paso atrás, con la mano cerca de su arma.

—¿Lo sientes? —pregunté.

—Sí... pero no veo a nadie.

El ambiente se volvió más denso, como si algo o alguien estuviera esperando el momento adecuado para revelarse. No sabía si era un aliado, un enemigo, o simplemente otra manifestación de este planeta misterioso.

Pero en ese momento, no estaba seguro de querer descubrirlo.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora