Capítulo 15: El Precio del Poder

3 2 0
                                    

Al día siguiente, durante el entrenamiento, no pude evitar mirarlo con recelo. ¿Era posible que alguna vez llegáramos a ese punto? El anciano notó mi distracción.

—Hoy estás más inquieto de lo habitual, Zik —comentó con suavidad.

—Solo... no he dormido bien —respondí, evitando su mirada.

Él asintió lentamente. —Los sueños pueden ser un reflejo de nuestras luchas internas. Si necesitas hablar, estoy aquí para escucharte.

Quise confiar en él, pero algo me detenía. Una voz interna, quizás la de Thanatos, me advertía que no revelara mis dudas.

Más tarde, mientras caminaba por las ruinas del pueblo, Kira me alcanzó. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y determinación.

—Necesitamos hablar —dijo firmemente.

Asentí, sabiendo que esta conversación era inevitable. Nos sentamos en los restos de una vieja estructura, el viento frío soplando a nuestro alrededor.

—Te he visto cambiar, Zik. Desde que empezamos este viaje, algo en ti es diferente. Y no de una buena manera —comenzó, fijando sus ojos en los míos.

—Estoy haciendo lo que creo que es necesario —respondí a la defensiva.

—¿Necesario? ¿Escucharte hablar solo? ¿Ver cómo te alejas de quienes nos importan? El anciano está preocupado por ti. Yo estoy preocupada por ti.

Sentí una oleada de irritación. —No entiendes lo que estoy pasando, Kira. Hay cosas que... no puedo explicar.

Ella suspiró. —Entonces intenta. No puedes cargar con esto tú solo. Ese sable... desde que lo tienes, todo ha ido de mal en peor.

Mi mano se tensó alrededor de la empuñadura de Thanatos. —Thanatos me ha salvado más de una vez. Es una herramienta, nada más.

—¿Una herramienta que te susurra en sueños? —acusó—. Te he escuchado, Zik. Hablas en sueños, mencionas cosas que me asustan. Temo que ese sable te esté consumiendo.

La furia y el miedo se mezclaron en mi interior. —¡No sabes de lo que hablas! —exclamé, levantándome de golpe.

Kira se puso de pie, sin retroceder. —Entonces explícamelo. Déjame ayudarte.

Pero no podía. Las palabras se atoraban en mi garganta. Sin responder, me giré y me alejé, dejando atrás su mirada herida.

Esa noche, incapaz de dormir, me dirigí al exterior del pueblo. El cielo estrellado se extendía infinito sobre mí, pero no encontraba consuelo en su inmensidad. De repente, el anciano apareció a mi lado, como si hubiera surgido de las sombras.

—La noche es un espejo para el alma inquieta —dijo suavemente.

—¿Me estás siguiendo ahora? —pregunté con amargura.

—Te estoy observando, preocupado por el camino que estás tomando.

Lo miré, considerando mis palabras. Finalmente, decidí enfrentar el tema. —Siento que hay cosas que no me has dicho. Sobre ti. Sobre la Fuerza.

El anciano suspiró, su mirada perdida en las estrellas. —Todos tenemos sombras en nuestro pasado. Yo no soy la excepción.

—Necesito entender. ¿Cómo manejaste tus propias luchas? ¿Cómo evitaste caer en la oscuridad?

Guardó silencio por un momento antes de responder. —Hubo un tiempo en el que fui tentado por el lado oscuro. El poder que ofrecía era inmenso, pero también lo era el precio. Perdí a seres queridos, me perdí a mí mismo. Solo cuando acepté mis errores y busqué redención pude encontrar la paz.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora