Capítulo 7.1: Punto de Vista de Kira

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La instalación de investigación se alzaba ante nosotros como un vestigio olvidado del pasado, sus paredes desgastadas cubiertas de arena y polvo. A pesar de la desolación que nos rodeaba, no podía evitar sentir un escalofrío de anticipación. Habíamos escapado de Thain, pero la adrenalina seguía fluyendo en mis venas. Cada paso que dábamos dentro de este lugar desolado era un recordatorio de lo que estaba en juego.

Miré a Zik mientras entrábamos, su rostro iluminado por la tenue luz de su sable apagado. A pesar de la oscuridad, su determinación era palpable. Pero, en el fondo, había una sombra de preocupación que no podía ignorar. ¿Qué pasaría si el sable resultaba ser más de lo que podía manejar?

—Zik, ¿qué crees que encontraremos aquí? —le pregunté, tratando de mantener la calma. Su respuesta fue evasiva, pero su mirada ardía con un deseo de entender lo que había encontrado.

A medida que explorábamos, los hologramas comenzaron a cobrar vida, revelando fragmentos de la historia que se habían olvidado en el tiempo. Imágenes de científicos, experimentos y sus advertencias sobre el poder destructivo del sable. Cada palabra resonaba en mi mente, y sentí que la ansiedad se apoderaba de mí. La idea de que Zik pudiera convertirse en algo que él mismo temía me llenaba de miedo.

Fue entonces cuando un estruendo sacudió la instalación. La voz de Thain resonó, y un escalofrío recorrió mi espalda. Tenía la sensación de que estábamos a punto de ser atrapados.

—¡Zik! ¡Kira! ¡Salgan de ahí! —gritó Thain. Era el momento de actuar.

—Tenemos que escondernos —dije, tirando de Zik hacia una sala lateral. Mis latidos se aceleraron mientras una ola de pánico se apoderaba de mí. No quería ser atrapada, y menos con Zik a mi lado.

Las sombras se volvieron más intensas cuando Thain y sus hombres comenzaron a registrar la instalación. Mi corazón latía con fuerza mientras escuchaba sus voces acercándose. Tenía que ser fuerte, pero el miedo a ser descubiertos me mantenía en vilo.

Con un gesto, Zik me indicó que nos moviéramos. Sentí la tensión en el aire mientras avanzábamos, cada paso resonando en el silencio. De repente, uno de los hombres de Thain apareció ante nosotros. Mi instinto fue el de retroceder, pero Zik se movió con determinación.

Cuando sacó el sable y lo activó, una luz roja iluminó la habitación, y en ese instante comprendí que había cruzado una línea. La lucha por la supervivencia había comenzado, y el sable en manos de Zik era un arma que no podía controlar. El hombre se lanzó hacia él, y en un instante, la vida de un ser humano se apagó.

Un grito ahogado escapó de mis labios, y el horror se apoderó de mí. No quería que Zik se convirtiera en un asesino. No podía permitir que el sable lo transformara en lo que más temía. El poder que emanaba de la hoja roja parecía alimentarse de su confusión, y la culpa comenzó a asfixiarme.

—Zik... —dije, sintiendo que mis piernas flaqueaban—, ¿qué has hecho?

Su rostro se tornó sombrío mientras la realidad de lo que había hecho lo golpeaba. La lucha por la libertad no debería costar una vida. La libertad no debería significar convertirse en lo que uno desprecia.

—No lo sé... —respondió, su voz temblorosa—. Tenía que defendernos.

A medida que el sonido de más pasos resonó, supe que debíamos actuar. No podía permitir que el miedo nos detuviera.

—Debemos salir de aquí —dije, apretando los dientes. La determinación que había sentido al principio se desvanecía, pero sabía que no podía perder la esperanza. Debíamos seguir adelante, incluso si eso significaba enfrentar nuestros peores miedos.

Zik asintió, y mientras nos preparábamos para movernos, comprendí que esta lucha apenas comenzaba. 

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora