Capítulo 22: Holocrón 3 - La Sed de Poder

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Me vi a mí mismo, observando desde la distancia, como si fuera un espectador en un teatro oscuro. Allí estaba Thanatos, en toda su gloria oscura, manipulando a sus usuarios, cada uno atrapado en su telaraña de ambición. Podía ver a un guerrero Jedi, su rostro firme y decidido, intentando resistir la influencia del sable. Pero con cada golpe que asestaba, cada enemigo que caía, se convertía en una marioneta más de la voluntad de Thanatos. Su mirada se tornaba fría, y la compasión que alguna vez tuvo se desvanecía, reemplazada por un vacío insaciable.

"¡Toma su fuerza!", susurraba el sable, y el Jedi cedía, atrapado en la seducción del poder. Su espada iluminada, que una vez había representado la esperanza, se transformaba en un símbolo de destrucción. Las sombras de sus caídos amigos llenaban el aire, un recordatorio de lo que había perdido. Sin embargo, él no lo entendía; la locura del poder lo había consumido.

Las visiones se sucedían rápidamente, cada historia más trágica que la anterior. Vi a un Sith, un guerrero que había sido un maestro en la manipulación de la Fuerza, que tomó el sable en un intento por superar a sus enemigos. Era un hombre arrogante, convencido de que podría controlar su sed de poder. Sin embargo, su ambición se volvió su perdición, y el sable lo devoró desde dentro. Una y otra vez, los portadores caían, cada uno con su propia historia de valentía, cada uno terminando en un destino trágico.

Un joven guerrero, impulsado por el deseo de venganza, tomó el sable y, en su sed de sangre, acabó con su propia vida, atrapado en un ciclo interminable de odio. Un antiguo Jedi, una vez noble, se volvió contra sus compañeros, viendo el sable como la solución a todos sus problemas. Pero no podía escapar de su propio corazón oscuro. A medida que cada historia se desarrollaba, sentí que un escalofrío recorría mi columna. Cada muerte, cada traición, cada sacrificio me recordaba lo que podría sucederme a mí.

A medida que las visiones se tornaban más vívidas, empecé a ver paralelismos inquietantes entre las experiencias de esos guerreros y mi propia lucha interna. Podía sentir la tentación de ceder ante el poder del sable. Había momentos en que la ira y la desesperación dentro de mí se volvían abrumadoras, momentos en que deseaba que Thanatos me diera la fuerza para enfrentar mis miedos y aquellos que me hacían daño.

Pero, ¿a qué costo? El sable no solo era un arma; era una prisión, un recordatorio constante de lo que uno podía perder al abrazar el lado oscuro. "No puedo convertirme en ellos", me repetía una y otra vez, mientras mis pensamientos se debatían entre el deseo de poder y el temor a perderme a mí mismo.

En ese momento, comprendí que debía tomar una decisión. La influencia de Thanatos era real y palpable, y estaba decidido a no sucumbir a ella. "¿Cómo puedo detener esto?" pensé, sintiendo una presión creciente en mi pecho. La lucha por el dominio en mi mente era intensa, y en la distancia, oí la voz de Kira.

"Zik, estamos en esto juntos", me decía, su tono suave pero firme. "No permitas que la oscuridad te consuma. Debemos buscar más información sobre cómo detener esta influencia".

Ella tenía razón. Había un camino hacia adelante, un camino que requería valentía y determinación. No podía dejar que el sable dictara mi destino. Tenía que entender su historia, su poder, y cómo había atrapado a tantos antes que yo.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora