Capítulo 4.1: Punto de Vista de Kira

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Corríamos en dirección a las ruinas, mis pies apenas tocando el suelo mientras la voz de Thain resonaba en mis oídos. La adrenalina llenaba mi cuerpo, pero lo que más me preocupaba era Zik. Había algo en él que había cambiado, una determinación que no había visto antes, y eso me llenaba de tanto miedo como esperanza.

—¿Dónde estamos yendo? —logré preguntar, intentando mantener el ritmo. La ansiedad me oprimía el pecho, y la imagen de Thain persiguiéndonos me hizo acelerar el paso.

—A la zona de almacenamiento. Allí hay un par de naves que podrían estar operativas —respondió, su voz era firme, pero podía sentir la tensión en su cuerpo.

Las luces de la estación parpadeaban a nuestro alrededor, creando sombras inquietantes que parecían moverse por su cuenta. Mientras Zik lideraba el camino, no pude evitar sentir que estábamos a punto de entrar en un territorio peligroso. ¿Qué había encontrado? ¿Por qué se comportaba de manera tan extraña?

Al llegar a la zona de almacenamiento, vi las naves alineadas contra la pared. Algunas estaban deshechas, pero había una que parecía intacta. La mirada decidida de Zik me dio un poco de esperanza, pero la inquietud seguía creciendo en mi interior.

—¿Sabes cómo pilotar una nave? —le pregunté, intentando ocultar mi temor.

—He visto a otros hacerlo, pero no estoy seguro de si podré —dijo, la ansiedad visible en su rostro.

No podía dejar que se rindiera. Tenía que confiar en él, pero la idea de que Thain estuviera tan cerca me llenaba de pánico.

De repente, escuchamos pasos pesados acercándose, y mi corazón se detuvo. Thain y sus hombres estaban más cerca de lo que había anticipado.

—Rápido, Kira, ¡entra! —gritó Zik.

Me deslicé dentro de la nave, y vi cómo su rostro se transformaba de determinación a ansiedad mientras se sentaba en el asiento del piloto. Las luces del panel de control estaban apagadas, y podía ver que sus manos temblaban.

—Intenta encenderla —le dije, intentando sonar lo más calmada posible.

Con manos temblorosas, comenzó a presionar botones al azar. La nave emitió un sonido ronco, y una luz tenue iluminó la cabina. Justo cuando pensé que podríamos lograrlo, escuchamos el sonido de pasos resonando más fuerte.

—¡No pueden escapar! —gritó Thain.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No sabía qué era lo que Zik llevaba en su mano, pero la atmósfera se volvió densa, como si el aire mismo se estuviera encogiendo. No quería que Zik se metiera en problemas; sabía que Thain no dudaría en aprovechar cualquier debilidad.

De repente, vi la luz roja que iluminaba el interior de la nave. Me giré hacia Zik, sorprendida por la intensidad que irradiaba.

—¿Qué es eso? —pregunté, sin poder contener mi asombro.

No esperaba una respuesta clara de él en medio de todo el caos, pero sabía que teníamos que actuar rápido.

—¡Enciende los motores! —gritó, y vi cómo su mirada se llenaba de determinación.

Mientras trabajaba en los controles, sentí que la presión aumentaba. Tenía que concentrarme, pero el miedo se apoderaba de mí. La imagen de Thain, con su ira y su poder, me llenaba de terror.

Finalmente, la nave emitió un rugido, y pude sentir cómo comenzábamos a elevarnos. Mientras el suelo se alejaba, vi el rostro de Thain transformarse en una mezcla de sorpresa y rabia.

—¡Regresen! —gritó, pero ya estábamos en el aire, y la sensación de libertad me inundó.

Zik estaba a mi lado, su rostro iluminado por la luz de la nave. Por un instante, sentí que, aunque había tantos peligros esperándonos, estábamos juntos en esto.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora