Capítulo 20: Holocrón 1 - El Ascenso de Kalen

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El aire a mi alrededor se tornó pesado mientras la luz del holocrón comenzaba a brillar. Las imágenes danzaban en mi mente como sombras inquietas, y, de repente, fui transportado a un lugar oscuro y desolado. Estaba en un mundo que no era el mío, un paisaje de ruinas y ecos de un pasado olvidado.

El primero de los recuerdos que vi era de un niño pequeño, rodeado de escombros. Kalen tenía la mirada perdida en la distancia, mientras los ecos de una batalla resonaban a su alrededor. Esa era su vida, una vida donde la guerra era la norma. La imagen de su madre, una sanadora que dedicaba su vida a ayudar a los heridos, se proyectó en mi mente. La vi sonreír, su risa resonando como una melodía olvidada, pero esa paz fue efímera. Pronto, el brillo de la vida fue apagado por la brutalidad de aquellos que no conocían la compasión.

Kalen se quedó solo, un huérfano en un mundo que le había quitado todo. Su padre, un noble caído, se sumió en el rencor y la desesperación. Podía sentir el dolor que lo envolvía, como un manto pesado. Cada día, Kalen vagaba por las calles, buscando consuelo y, en su lugar, solo encontró sufrimiento. Su infancia fue una serie de pérdidas, un ciclo de tristeza que lo llevó a convertirse en un niño con el corazón endurecido.

Los años pasaron, y Kalen creció entre las sombras de su ciudad devastada. Ahora lo veía un poco mayor, con la mirada de un joven marcado por el odio. La guerra lo había cambiado, pero el dolor seguía siendo su guía. En una noche oscura, encontró un holocron antiguo en las ruinas de un templo, una reliquia de un pasado olvidado.

Las voces que escuchó lo sedujeron, prometiéndole poder y venganza. Yo sentía la atracción que Kalen sentía hacia el lado oscuro. Era una búsqueda desesperada, un intento de llenar el vacío dejado por su madre y la vida que había perdido. No había redención en su camino, solo el eco de sus gritos de dolor.

A medida que se adentraba en el lado oscuro, su nombre comenzó a cambiar. Con cada paso que daba hacia la oscuridad, su esencia se transformaba. Ya no era solo Kalen, sino un ser que anhelaba poder. Finalmente, fue nombrado Darth Than, un título que no resonaba con su alma atormentada. En lugar de aceptarlo, decidió llamarse a sí mismo Thanatos, un nombre que encapsulaba la muerte que traía a sus enemigos.

Cuando vi a Kalen en su plena madurez, podía sentir el poder que emanaba de él. No era un simple guerrero, sino un maestro del lado oscuro. Su sable de luz, un objeto de terror, se convirtió en la extensión de su voluntad. Lo veía acabar con la vida de sus enemigos de forma instantánea, sin darles tiempo para respirar. La brutalidad de su acción era abrumadora; el silencio se apoderaba del lugar antes de que sus enemigos siquiera supieran que estaban en peligro.

Kalen se había convertido en un cazador, uno que disfrutaba de la muerte como un artista disfruta de su obra. Cada vida que tomaba alimentaba su poder, y en cada asesinato, encontraba una extraña forma de consuelo. Pero en su interior, sabía que nada de esto podía llenarlo. Había abrazado la oscuridad, y aunque era temido en toda la galaxia, en su corazón había un vacío que nunca podría ser llenado.

Era una contradicción, un ser que había tomado un camino de destrucción pero que, en el fondo, anhelaba la conexión que había perdido. Kalen, o Thanatos, era un alma en pena, atrapada en un ciclo de odio y venganza.

Mientras observaba, una pregunta permanecía en mi mente: ¿podría Kalen haber encontrado otro camino? Pero ya no importaba. Su vida era un recordatorio de que la búsqueda de poder a menudo lleva a la soledad y la desesperación.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora