Capítulo 3: Ecos de Decisión

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La tormenta de arena se desató en el horizonte mientras regresaba a la base, el sable de luz palpitando en mi mano. A medida que me acercaba, el desasosiego crecía en mi interior. Kira siempre había sido mi ancla, pero ahora me sentía más distante de ella que nunca.

Al llegar, vi su figura esperando junto a las ruinas. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y alivio al verme. No podía permitirme que ella notara la confusión que me consumía.

—Zik, ¿dónde has estado? —preguntó, su voz temblorosa—. Estaba empezando a preocuparme.

Tragué saliva, luchando por encontrar las palabras adecuadas. ¿Cómo podía explicarle lo que había encontrado? ¿Cómo podría decirle que un sable de luz, un objeto tan poderoso y peligroso, ahora era parte de mí?

—He estado... buscando —dije al fin, sin atreverme a mirarla a los ojos—. No encontré nada.

—No me mientas, Zik. Te conozco. Algo ha cambiado en ti.

La verdad era que ella tenía razón. Algo en mí estaba diferente, pero no podía permitir que ella se preocupase más de lo necesario. La vida en Nokra-7 ya era dura, y no quería añadirle más peso a sus hombros.

Un temblor repentino recorrió la estación. Las estructuras resonaron, y las sombras parecieron moverse. Kira dio un paso atrás, con los ojos muy abiertos.

—¿Qué fue eso? —preguntó, alarmada.

—No lo sé —respondí, sintiendo que la ansiedad comenzaba a apoderarse de mí—. Tal vez solo una tormenta.

Pero en el fondo, sabía que no era solo eso. El sable en mi mano vibraba sutilmente, como si sintiera la tensión en el aire. En ese momento, un grito resonó desde el exterior. La voz de Thain retumbó a través del desierto.

—¡Zik! ¡Kira! ¡Salgan de ahí!

—¿Qué está pasando? —dijo Kira, mirando hacia la entrada.

—No lo sé, pero tenemos que salir de aquí —respondí, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a fluir por mis venas. Me di la vuelta y tomé la mano de Kira, tirando de ella hacia la salida.

Mientras corríamos, el sonido de pasos y gritos se intensificaba. Thain y algunos de sus hombres habían llegado. Sabía que su objetivo no era solo encontrarme; había rumores de la antigua batalla y la posibilidad de tesoros escondidos.

Al salir de la estación, vi a Thain rodeado de sus hombres. Su mirada estaba fija en mí, y podía sentir el desdén en su voz.

—¿Dónde has estado, basurero? —gruñó—. ¿Creías que podías escapar de tus responsabilidades?

—No he hecho nada malo, Thain —protesté, sintiendo que la tensión en el aire se hacía más densa.

Kira apretó mi mano con fuerza, como si supiera que la situación se estaba volviendo peligrosa. Fue entonces cuando Thain se fijó en el sable de luz que aún llevaba en mi mano, su expresión cambió de desdén a interés.

—¿Qué tienes ahí, Zik? —preguntó, su voz baja y amenazante.

Me di cuenta de que había cometido un error al no ocultarlo. El sable vibraba suavemente, como si respondiera a la creciente tensión.

—Nada que te importe —dije, intentando sonar desafiante, aunque el miedo comenzaba a anidar en mi pecho.

Thain avanzó un paso hacia mí, su mirada se intensificó. —Dame eso. Sabes que no te pertenece.

Kira dio un paso adelante, protegiéndome. —No lo toques, Thain. Zik ha trabajado duro por lo que tiene.

Un silencio incómodo llenó el aire. Thain parecía sopesar sus opciones, y en un instante, su ira se transformó en una sonrisa torcida. —Te arrepentirás de haberte puesto en mi camino, Zik.

Mientras retrocedía, sentí que el sable pulsaba con fuerza, resonando con una energía que prometía poder. ¿Era posible que realmente pudiera enfrentar a Thain y salir victorioso?

—Kira, tenemos que irnos —dije, dando un paso atrás. Ella asintió, y juntos, comenzamos a alejarnos, sintiendo las miradas de Thain y sus hombres en nuestras espaldas.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora