011, "Dragon De Oro"

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"DRAGÓN DE ORO"

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"DRAGÓN DE ORO"

━━━━━ Los días en Dorne se sucedían rápidamente para Ser Gwayne Hightower, y con cada amanecer, se encontraba más confundido por la realidad que se desplegaba ante sus ojos. Las historias que había escuchado en Desembarco del Rey, los susurros venenosos sobre la princesa Aemyra, parecían desvanecerse con cada acto de bondad que él presenciaba. No era la mujer calculadora que su hermana Alicent había descrito, ni una jugadora cruel en el juego de tronos, al menos no en lo que Gwayne podía ver. Cada día, su imagen de la princesa se volvía más difusa, más lejana de los retratos oscuros pintados en la corte de la capital.

Como escolta personal de la princesa, su deber era seguirla en cada paso, y lo hacía con rigor, observando cada uno de sus movimientos, esperando el momento en que ella mostraría el rostro oculto del que había oído tanto. Pero la princesa Aemyra, en vez de jugar a las intrigas, pasaba la mayor parte de su tiempo en los jardines de Lanza del Sol. Allí, rodeada de los colores vibrantes de las flores y los murmurios del viento, disfrutaba de la compañía de sus hijos e hijastros, hablando y riendo con ellos, como una madre que no conocía otro mundo más que el de cuidar y proteger a su familia.

Cada jornada transcurría entre esas escenas familiares y momentos de profundo altruismo. Las actividades reales de la princesa parecían tener poco que ver con las intrigas cortesanas. Aemyra dedicaba sus días a actos de compasión, distribuyendo pequeñas meriendas a los niños huérfanos y llevando alimentos y vino a los enfermos del pueblo cercano. Eran gestos modestos pero constantes, y se realizaban sin alardes ni proclamaciones públicas, lo que desconcertaba aún más a Ser Gwayne.

En ese momento, volvían de una de esas visitas al pueblo, sus caballos avanzaban lentamente bajo el sol dorado de la tarde. Acababan de repartir pan y vino a los enfermos de una pequeña aldea, y la expresión de la princesa era serena, como si el día de trabajo no hubiese sido más que una rutina sencilla y gratificante. Ser Gwayne, aún lleno de preguntas sin respuesta, se debatía entre lo que veía y lo que se suponía debía creer. Finalmente, su curiosidad y su confusión lo llevaron a hablar, aun con cierto temor a la reacción de la princesa.

—¿Lo hace porque le gusta, alteza? —se atrevió a preguntar, manteniendo su voz baja y respetuosa, temeroso de parecer impertinente.

Aemyra, que en ese momento mantenía los ojos fijos en el horizonte, con el aire cálido jugando entre sus cabellos plateados, desvió la mirada hacia él con suavidad. No había en sus ojos el juicio severo que Ser Gwayne temía encontrar. En su lugar, había una calidez curiosa, casi como si se preguntara de dónde provenía la duda en la voz de su escolta.

—¿Te parece extraño, Ser Gwayne, que una princesa disfrute de ayudar a los más necesitados? —preguntó ella con un tono sereno, casi musical. No había reproche en sus palabras, solo una interrogación sincera.

El caballero titubeó un instante, sin saber cómo responder. En la corte de Desembarco del Rey, donde las manipulaciones y las ambiciones reinaban, un acto desinteresado rara vez lo era realmente. Pero aquí, en los confines cálidos de Dorne, todo parecía distinto.

𝐇𝐄𝐈𝐑𝐒 𝐎𝐅 𝐅𝐈𝐑𝐄, ( THE CRUEL BLOOD ) HOTD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora