Capítulo X

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   Caminé por los pasillos de la escuela con cuidado de no chocar con ningún niño y tirar el pastel de calabaza al suelo.

   Cuando estuve frente al aula, cuyas puertas estaban abiertas de par en par, logré ver a Paul recibiendo a los niños y sonriéndoles mientras hacía algún comentario de su disfraz.

   Mientras me adentraba, miré por todo el aula buscando a Julian.

   —No ha llegado.

   Paul se acercó a mí. Tenía una diadema de cuernos de diablo color rojos.

   —¿Son los cuernos que te monta Linda?

   —No, los de Yoko. Los llevo por ella porque la pobre no sabe.

   Me reí.

   —Anoche casi haces que me dé un infarto. No tuve sexo por tu culpa y ahora estoy urgido.

   —Usa tu mano.

   —¿No quieres un besito delante de tus alumnos?

   —Ni te atrevas.

   Le extendí el pastel y el lo tomó, para luego dejarlo sobre el escritorio junto con las demás comidas.

   —¡Papá!

   Me giré al sentir los brazos de mi hijo en mi cintura.

   —¡Mira!

   Se alejó para que yo pudiera verlo. Tenía un sueter de rayas y un overol, junto a zapatillas rojas. En su rostro tenía un par de cicatrices dibujadas y tan bien maquilladas que incluso parecía real.

   —Qué lindo estás, mi bebé —besé su frente con ternura y lo abracé—. Te extrañé mucho ayer. ¿Cómo te fue en casa de mamá?

   —Bien. Twist me ayudó con la ropa y me dijo que me veía bien.

   —Por primera vez estamos de acuerdo con Twist, ¿eh? ¿Y tu mamá?

   —Está afuera hablando con Linda. ¡Mira a Heather! ¡Es una payasita!

   Tomó a la niña de la mano y la arrastró hacia nosotros. La abrazó, haciendo que Heather se riera. Tenía una nariz redonda y roja, y unas líneas al lado de sus labios que formaban una sonrisa macabra.

   Antes que pudiera entablar una conversación con ella, la niña corrió a los brazos de Paul en cuanto lo vio.

   —Ella quiere mucho al maestro Paul —susurró Julian—. Ella dice que es como su segundo papá.

   —Mmh.

   —Y Linda y él son muy amigos.

   —Ah, okey.

   —Hasta parecen novios.

   —Oh.

   —Yo los vi hablando muy juntitos ayer.

   —Mmh.

   —¿Crees que hacen bonita pareja?

   —Definitivamente no.

   —¡Claro que sí, papá!

   —Que no.

   —¿Por qué dices que no?

   —Porque no. Y deja de preguntar tonterías. Dame un abrazo.

   Julian rió, envolviendo mi cuello entre sus brazos. Le di muchos besos en la mejilla con cuidado de no arruinar las cicatrices.

   —Pórtate bien, ¿okey? Te amo mucho.

   Asintió.

   —Yo también te amo mucho.

Once in a Lifetime ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora