Once in a Lifetime ➳ McLennon

Capítulo XXII

   Dejé dos obsequios junto al resto debajo del sofá de la sala. Kyoko aún creía en Santa Claus, así que no podía ver ninguno bajo el árbol aún.

   Y aunque Jude no creía, le generaba mucha emoción esperar hasta la mañana para abrir los regalos.

   —¿Esos son para Julian?

   Di un brinco al escuchar la voz de Yoko detrás de mí. Desde hacía algunos días ella se encargaba de seguirme a escondidas por cada rincón de la casa sin hacerse notar, según ella...

   Porque su esponjoso cabello y su penetrante mirada me hacían saber, de alguna u otra forma, que estaba rondando cerca de mí para comprobar mi fidelidad.

   Aún así, a veces me tomaba desprevenido.

   —No, es para Paul y Mike, su hermano... No te dije, pero... pero van a venir...

   Yoko rodó los ojos con fastidio, al tiempo que se cruzaba de brazos. Caminó hasta acercarse a mí.

   —Espero que para la cena de mañana ni siquiera se aparezcan por aquí.

   —No sería mala idea, amor...

   —¡No, John, y no intentes convencerme! —espetó, esquivando mi abrazo—. ¡La cena de navidad de mañana es algo familiar e íntimo, y no quiero que ni Paul ni nadie esté aquí además de nosotros dos!

   —Agh, Yoko...

   —Además, deberías dejar que Julian se vaya con Cynthia. Le diré a Anthony que mañana mismo se lleve a Kyoko también para que tú y yo podamos estar solos.

   —¿¡Qué!? —fruncí drásticamente mi entrecejo ante la barbaridad que escuchaba—. ¿¡Estás loca, Yoko!? ¡Quiero estar con mi hijo!

   —¿Y conmigo no?

   —¡Sí, con ambos! —le repliqué—. Pero, ¿cómo pretendes que deseche a Julian sólo para complacerte?

   —¡John, tenemos tiempo que no pasamos un momento a solas! ¿¡Cuándo fue la última vez que fuimos a cenar o que estuvimos en casa solos haciendo algo los dos!? ¡Siempre está Julian, siempre es el trabajo o siempre es cualquier cosa menos yo!

   —Amor, cálmate...

   —¡No me pidas que me calme, John! ¿¡En qué momento dejé de ser tu prioridad!? ¿¡Acaso tienes a alguien más!? ¿¡Quién es la otra persona!? ¿¡Es Paul!?

   No entendía por qué si le había sido infiel a Yoko desde antes de casarnos, no había percibido nada sino hasta ahora.

   Comencé a evaluarme rápidamente, sabiendo que quizá la respuesta era simple: esta vez me había enamorado. Y eso, tal vez, me estaba haciendo actuar de un modo distinto que Yoko sin dudas percibía como amenaza a nuestra relación.

   Claro, era eso. ¿Desde cuándo gastaba dinero en detalles y obsequios e invertía mi tiempo en alguien? Por lo general, nunca había sido un tipo romántico con las mujeres. Y mi encuentro con ellas sólo se limitaban a sexo, palabras bonitas y caricias vagas. Incluso a May, que era mi relación más larga, jamás le había dado el trato que le daba a Paul.

   —Yoko, yo quiero muchísimo a Paul —le contesté, notando cómo se tensó—. Y...

   Moría de ganas por decirle la verdad, pero algo me frenó.

   En primer lugar, no era una fecha apropiada. Y en segundo lugar... ¿y si dejaba a Yoko y luego Paul no quería nada conmigo? No podía obligarlo. Y no podía actuar sin antes sujetar nuestra estabilidad, en caso de que existiera.