Ayşe Hafsa

21 Memorias De 1505

1505, finales

Selim estaba desesperado.

Ansioso.

Triste.

Derrotado.

— Hijo — le dijo Bayezid ll — Lamento por lo que estas pasando.

Yo lo siento más, fui tan injusto últimamente con ella...

— Selim — lo llamo Ahmed — Debemos de ir a rescatar a tu esposa, lo más seguro es que no estén muy lejos de la capital. Malkoçokoğlu Yaya Paşa esta aquí, trae información importante.

Aquel hombre ingreso y realizo la reverencia correspondiente.

— No me percate de lo que ocurría, Majestad — dijo Malkoçokoğlu Yaya Paşa — Pero vi que unos hombres iban con una mujer cargada en brazos, por un momento pensé que eran hombres del palacio ya que tenían uniformes característicos.

Todo lo que decía Yaya era convincente ante los oídos del propio sultán.

— Lo ves hijo, esta mañana Ayşe Hafsa estará contigo — dijo Bayezid ll — Ağas acompañen a mi hijo Selim a rescatar a su mujer, rápido.

La orden fue clara, muchos hombres se dirigieron a los alrededores de la capital y la frontera para salvar a la esposa del príncipe. Selim fue acompañarlos, estaba preocupado por la vida de ella, su corazón latía a mil por cualquier cosa que pudiera pasar.

Recorrieron calles, mercados, bazares, cantinas, bosques, acantilados... solo les hacía falta un lugar que era el bosforo.

— Alteza — dijo un jenizaro — Allá, veo hombres con varios carruajes y caballos.

A lo lejos un grupo de hombres se organizaba, Selim y los suyos avanzaron lo suficientemente rápido para poder interceptarlos.

— Malkoçoğlu — lo llamo Selim — Hay que atraparlos, ellos deben de saber algo de Ayşe Hafsa.

Acataron la indicación de Selim, el Şehzade los embosco junto a sus hombres y logró atraparlos a todos. Algunos de los atrapados eran hombres de palacio que servían a un príncipe: Şehinşah.

— No le diremos nada, Alteza — dijo uno de ellos — Nuestra boca será una tumba.

Selim sonrió.

— Que así sea — grito Selim furioso para después cortar su garganta.

Sonrió.

Miró a los demás con una sonrisa ladina.

— ¿Alguien más quiere morir?

— Esto no es un juego — dijo el Şehzade Ahmed uniendose — ¿Dónde está la esposa del príncipe?

Estaba harto de que ninguno tuviera el valor para hablar.

— El hombre que me diga quien lo mando obtendrá una larga vida — dijo Selim — Es solo de cooperar, no nos gustaría investigar a sus familias... y cortar sus gargantas enfrentes de ustedes para después dar sus restos de comer a los cerdos.

La mirada sonriente y maliciosa de Selim se hizo presente ante todos. Sonrió con un aire de elocuencia y agresividad que hirió en un punto los sentimientos de los detenidos.

— Tú, yo creo que tienes miedo — dijo Selim — Lo huelo, y no me gustaría que fueras comida de cerdos. Serias un fantástico alimento, que devorarian.

El joven temblaba.

La mirada de Selim intimido a todos aquellos hombres, el joven tenía la verdad en la lengua, en la punta... por un momento quiso decirla, y cuando estuvo a punto de hacerlo una flecha envenenada atravesó su garganta desde una larga distancia.