Jisoo una talentosa jugadora de Corea, y Rosé, su rival australiana, se enfrentan en un prestigioso torneo en Melbourne en el Australia Open. Mientras luchan por alcanzar la cima, una atracción secreta comienza a florecer entre ellas, desafiando la...
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Era un día soleado en Italia, el viento cálido soplaba suavemente sobre los campos y las calles empedradas. Jennie y Lisa decidieron que después de todos los días intensos que habían vivido, necesitaban un día solo para ellas. Rosé y Jisoo, recién comprometidas en medio de su propia burbuja de amor, las animaron a que se tomaran el tiempo para disfrutar.
—Vamos, disfruten ustedes también —les había dicho Rosé con una sonrisa. Jisoo asintió, abrazando a su novia, dándoles el espacio necesario para su propio descanso.
Jennie y Lisa partieron temprano, paseando por un pequeño pueblo lleno de vida, con callejones pintorescos y cafeterías antiguas. Lisa, siempre tan energética, tomaba la mano de Jennie y la llevaba a recorrer cada rincón, sus risas resonaban como ecos por las calles.
—¿No es hermoso aquí? —preguntó Lisa mientras se detenían frente a una fuente en una plaza pequeña.
Jennie asintió, sus ojos brillaban bajo el sol. A pesar de los momentos felices, había algo en el ambiente, algo en Lisa, que la hacía sentir que había más en su mente de lo que aparentaba. Decidió no presionar de inmediato, pero estaba lista para escuchar lo que fuera que Lisa quisiera compartir.
De repente, Lisa la tomó de la mano y, sin previo aviso, comenzó a girarla en círculos. Jennie, sorprendida, se rió mientras Lisa comenzaba a bailar con ella de manera juguetona en medio de la plaza.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Jennie entre risas, tratando de seguir los torpes pasos de Lisa.
—Bailar contigo, ¿qué más? —respondió Lisa con una sonrisa traviesa, tirando de ella con más fuerza para acercarla.
Las personas alrededor las miraban con sonrisas cómplices, pero Jennie estaba tan inmersa en ese momento que no le importaba en lo más mínimo. A medida que las vueltas se hacían más lentas, Jennie se dio cuenta de que había algo en Lisa que la inquietaba, una sensación que no podía ignorar.
Más tarde, después de disfrutar de un café en una pequeña terraza, Jennie rompió el silencio.
—¿Estás bien? —preguntó con dulzura, tomando la mano de Lisa sobre la mesa—. Te he notado un poco distraída.
Lisa miró su taza de café por un momento antes de responder.
—He estado pensando mucho —admitió—. Sobre nosotras... y sobre el futuro.
Jennie frunció el ceño, preocupada. —¿A qué te refieres?
Lisa suspiró, tomando aire antes de soltar lo que había estado guardando. —Amo entrenar, realmente lo disfruto. Pero desde que estamos juntas... —miró a Jennie a los ojos— siento que quiero algo más. Me doy cuenta de que hay una vida más allá del tenis, una que quiero construir contigo.
Jennie parpadeó, sorprendida por la confesión. —¿Estás pensando en dejar el tenis?
Lisa negó con la cabeza, con una sonrisa ligera. —No dejarlo completamente, pero sí reducir mi rol como entrenadora. Quiero pasar más tiempo contigo, quiero construir algo más. No quiero que el tenis sea lo único en nuestras vidas.
