CAPITULO 8

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BARRETT

Hoy es el día.

Los abogados ya se encuentran en la sala junto con la doctora Margot. Juntos me comentan e informan sobre todos los riesgos que se pueden correr durante este proceso. Si bien mi idea de que Alexandra fuera la que llevara a mi hijo fue repentina, no siento ningún cargo de conciencia ni mucho menos arrepentimiento.

Todo este tiempo en el que conviví con esa mujer me pude dar cuenta que nadie mejor puede traer a mi hijo a este mundo que ella. Es joven, tiene buena salud y es carismática cuando toma confianza, es mucho mejor que dejarlo en manos de una total desconocida.

Leo cada parte del contrato, cada condición y prohibición que los abogados redactaron. Llevo semanas con esto, los abogados fueron rápidos como se los ordene y siguiendo todos los procesos legales hoy tengo el contrato que cambiara mi vida al igual que la de Alexandra.

—¿Esta seguro que la muchacha aceptara señor? —pregunta uno de los abogados.

—No cuestiones mis decisiones. Yo sé que aceptara o caso contrario ustedes la informaran de manera correcta para convencerla.

—Si la chica no esta enterada de esto, la noticia la tomara por sorpresa y lo mas seguro es que necesite tiempo para pensar y procesar todo—habla también la doctora.

Si tiempo es lo que necesita por mi no hay problema, seré paciente. Pero tarde o temprano terminara aceptando, la cantidad de dinero que se le dará no será para nada baja y dada las condiciones en las que vive aceptara gustosa.

—Todo comenzara con la firma del contrato—habla el otro abogado indicándome el contrato que ya tengo en manos—entre la mujer que alquilara su vientre y el hombre que desea ser padre, en este caso usted.

Hablan y hablan sobre cosas que ya se y si los traje aquí es para que puedan asesorar de manera correcta a Alexandra, no a mí.

—Cabe destacar que la mujer que alquilará su vientre tendrá derechos y responsabilidades legales durante todo el proceso—vuelve a hablar la doctora.

Se ponen a discutir entre ellos de la manera más profesional, los abogados alegan que ellos son los que se encargaran de lo legal y que la doctora solo se tiene que encargar de su salud. Su discusión ya me tiene cansado.

—Quiero a Alexandra en mi despacho—hablo por medio del aparato que me conecta a la cocina.

—Enseguida amo—responde la empleada.

Todos en la habitación se quedan en completo silencio, dejan de discutir y esperan al igual que yo que la madre sustituta de mi hijo ingrese por esa puerta.

No se que esperar de ella, espero un si de su parte, porque no será para nada todas las muestras de afecto que me obligue a hacerle para que así tomáramos más confianza entre los dos. La cantidad de veces que ordene que la escoltaran segura hasta su apartamento, cuando la llamaba para que limpiara alguna parte de mi despacho y así charlar por largas horas, todo lo que detesto hacer con un solo propósito que ya tenía en mente pero que ahora esta a punto de llevarse a cabo.

Minutos después tocan a la puerta—Adelante—ordeno a la que seguro es Alexandra, que pase.

Ingresa despampanante con una sonrisa que de inmediato es borrada cuando repara en las demás personas presentes. Los examina a uno por uno y después posa sus ojos en mí. Me levanto de mi silla en su dirección y tratando de ser amable la acerco al escritorio donde toma asiento.

Tomo asiento en mi silla de cuero, uno de los abogados me mira esperando la indicación para poder empezar a hablar, le doy un asentamiento dándole la aprobación y este saca de su portafolios los documentos.

POR CONTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora