Capitulo 04

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Margo caminaba con gracia por la orilla del techo de la enorme casa Denali, sintiéndose ligera y despreocupada

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Margo caminaba con gracia por la orilla del techo de la enorme casa Denali, sintiéndose ligera y despreocupada. Abajo, podía escuchar los sonidos de las conversaciones entre los Cullen y los Denali, sus risas y las voces entremezclándose mientras convivían. Habían pasado un par de días desde que los Cullen habían llegado, y aunque Margo disfrutaba de su presencia, todavía se sentía ligeramente fuera de lugar.

Lo que más le gustaba era cómo los Cullen saciaban su infinita curiosidad. Eleazar había sido su fuente principal de conocimiento sobre el mundo vampírico, siempre dispuesto a explicarle lo que necesitaba saber. Pero a veces, Margo sentía que lo sobrecargaba con preguntas. Carmen también respondía sus dudas, aunque sus respuestas eran demasiado formales y poco entretenidas para su gusto. Kate y Tanya, en cambio, tenían historias más emocionantes, pero rara vez lograba hacer que las contaran completas, ya que pronto se cansaban de su incesante interrogatorio.

Irina... ella era una figura más lejana. Desde que Margo llegó, Irina había estado fuera de la casa, viajando con su pareja, así que nunca tuvo la oportunidad de conocerla bien.

Con los Cullen, en cambio, todo era diferente. Se repartía sus preguntas entre ellos, como un juego, evitando molestar demasiado a uno solo. Su naturaleza curiosa estaba finalmente siendo alimentada sin miedo a que la consideraran una molestia. Sin embargo, a pesar de lo amigables y acogedores que eran, la presencia de tantos vampiros en un solo lugar le resultaba abrumadora. No lo demostraba, claro; Margo jamás admitía sentirse intimidada, aunque en su interior el temor se agitaba de vez en cuando.

Caminando distraída, dio un giro en la orilla del techo, tarareando una suave melodía que apenas rompía el silencio. Se balanceaba con los brazos extendidos, sintiéndose como un ave al borde del vuelo, mientras su mente vagaba entre los recuerdos recientes y la extraña emoción de estar en un lugar tan lleno de energía.

Margo seguía caminando con despreocupación, sus pies deslizándose con facilidad sobre el borde del techo, como si la altura no fuera más que un detalle irrelevante. Sin embargo, al dar un paso más, su cuerpo se tensó de repente. Sintió una presencia, como una leve vibración en el aire que antes no estaba. No estaba sola. Detuvo su avance por un segundo, y sin girarse del todo, miró de reojo hacia el otro lado del tejado.

Allí, a unos pasos de distancia, estaba Edward, observándola con su característica calma. Había llegado sin hacer ruido, como solían hacerlo los vampiros, pero ella, por alguna razón, había percibido su llegada antes de que su mente pudiera procesarlo.

Edward, de pie con los brazos cruzados, tenía una ligera sonrisa que no alcanzaba sus ojos, pero que mostraba cierta curiosidad.

— No hemos podido hablar bien los dos —dijo él con voz tranquila, notando cómo ella lo ignoraba mientras seguía caminando—. Siento que soy el exiliado, considerando que le has hablado a toda mi familia.

Margo no se giró del todo, pero respondió encogiéndose de hombros, sin perder su equilibro sobre la orilla del techo.

— Tú y Jasper son los únicos a los que no les he hablado —comentó sin darle demasiada importancia.

New Dawn | Edward Cullen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora