Fantasma del pasado

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En el ElectroPlanet

Chiara llevaba horas sentada en su mostrador, perdida en una sola idea que rondaba insistentemente en su mente: Salvar a su padre de las garras de Fulcrum.

Su comportamiento últimamente había cambiado drásticamente. La chispa en sus ojos y la sonrisa que siempre había sido su sello personal se habían desvanecido, dejando en su lugar una sombra seria, dispersa y distante. Todos a su alrededor habían notado la transformación de la joven alegre en alguien atrapado en sus pensamientos oscuros, incapaz de encontrar una salida.

La única persona que conseguía sacarle una sonrisa de vez en cuando era Ruslana, con su personalidad desbordante y su locura contagiosa. Y, por supuesto, Violeta, quien había empezado a mostrarse aún más atenta, intentando aliviar la carga emocional de Chiara con pequeños detalles que parecían cada vez más frecuentes, solo con el objetivo de traer algo de alegría a su rostro.

En ese preciso momento, la espía había logrado escabullirse de su trabajo para llevarle a Chiara uno de esos detalles: un helado.

Esta, absorta en sus pensamientos, volvió al mundo real al ver acercarse a la pelirroja con su camiseta naranja de Llaollao, una sonrisa en los labios y una tarrina en la mano.

—¿Te apetece? —dijo alzando la tarrina cuando llegó hasta ella—. Quizá deberías probar nuestro nuevo sabor, "Sánchez Guayaba", aunque, bueno, yo no elegí el nombre —bromeó suavemente.

Pero el intento de alivianar la situación no surtió efecto. Chiara frunció el ceño y, con una mezcla de frustración y desilusión, respondió:

—No, gracias. No es que no me guste que el CNI se haya inventado un nuevo yogur, pero pensaba que, no sé... que estaríais más centrados en buscar a mi padre —espetó, cargada de reproche.

Violeta bajó la cabeza, sintiéndose torpe por su intento fallido de consolarla.

—Estamos haciendo todo lo posible para encontrarle, Chiara —suspiró, dolida por la dureza de sus palabras.

A pesar de ser una constante de los últimos días, todavía no lograba acostumbrarse a aquello arrebatos de rabia que lanzaba a destajo.

—¿Y debería fiarme? —contraatacó—. El gobierno quiere que siga teniendo el Intersect en mi cabeza, y mi padre es el único que puede sacarlo. Está bastante claro para mí.

Violeta alzó la mirada, con una intensidad que reflejaba su frustración y, al mismo tiempo, su sinceridad.

—De acuerdo. Si no confías en el gobierno, confía en mí —dijo casi suplicante.

Chiara, golpeada por esa mirada tan directa, sintió cómo algo en su interior se quebraba, y aunque aún estaba llena de dudas, no pudo resistirse.

—Va... vale —murmuró, aceptando al fin, aunque su tono dejaba entrever que seguía luchando con sus emociones.

Violeta suspiró aliviada y le sonrió con suavidad.

—Te prometo que le encontraremos — y en ese momento, sus palabras se sintieron como una promesa más personal que institucional.

—Por favor... daos prisa —pidió , y aunque su voz seguía cargada de tristeza, algo en su corazón encontró un pequeño rayo de esperanza.

Esperanza en su Vivi.

——

Guarida del CNI

A las pocas horas, Juanjo fue a buscar a Chiara tras recibir un mensaje urgente de la general. La llevó hasta la guarida, donde la tensión en el ambiente era palpable. Noemí estaba en la pantalla con el rostro serio, mientras la peliengra paseaba de un lado a otro de la sala, incapaz de quedarse quieta.

LA ESPÍA QUE ME ENAMORÓ // KIVIWhere stories live. Discover now