Suegro

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Chiara esperaba con paciencia a que Violeta atendiera al último cliente de la heladería.

Cuando lo hizo, la sonrisa se desvaneció de su rostro por apenas unas décimas de segundo, las mismas que tardó en esbozar otra al ver que la inglesa se acercaba.

—Hola, ¿cansada? —se apoyó en el mostrador, mirándola con alegría.

—Más bien aburrida —respondió la espía, pasando un trapo por el mostrador con desgana.

—Sé que no es el plan más emocionante, pero ¿te vienes a una cita falsa con Denna y Alex? Te prometo cariños fingidos y pizza real —sugirió con un toque de elocuencia.

—Lo siento mucho, pero ya tengo planes —contestó, evitando su mirada.

—Ah... ¿una nueva misión? No he recibido el informe —dijo Chiara, algo desconcertada.

—No, no es una misión —Violeta elevó la voz desde detrás del mostrador, donde seguía limpiando.

—Claro, planes... como los que tendría cualquier espía soltera de veinticuatro años en su noche libre —murmuró con ironía.

—Perdona, Chiara, pero es algo personal. —La inglesa frunció el ceño mientras observaba cómo Violeta desaparecía en la trastienda.

Decidida a indagar, Chiara fue a ElectroPlanet para interrogar a Juanjo, quien estaba subido a una escalera organizando cajas.

—¿Listo para la misión? —le soltó mientras lo observaba bajar al suelo, con una expresión interrogante.

—¿Misión?

—No te hagas el loco, Juanjo —rodó los ojos—. Ya sé que tú y Violeta tenéis una misión.

—¿Qué misión? Pesada... Se ha tomado el día libre.

—No sabía que pudierais hacer eso... —murmuró, pensativa.

—Nosotros sí. Tú, no.

—¿Y sabes qué va a hacer? —insistió mientras lo veía alejarse.

—Sí.

—¿Y qué es?

—Lo siento, es personal —Juanjo esbozó una sonrisa burlona mientras se alejaba, sin mirarla.

Chiara regresó a su puesto, cabizbaja, pensando en qué asunto personal tendría la espía, uno del que ella no debía enterarse.

Le incomodaba el secretismo, sobre todo porque, tras un año de trabajo juntas, creía que había suficiente confianza para contarse las cosas.

—Oye, Kiki, ¿tú crees que soy una adulta funcional? —Ruslana se acercó, reflexiva.

—Rusli, préstame la bici —Chiara, absorta en sus pensamientos, no prestó atención a la pregunta de la pelirroja, que la miró con desconcierto.

—¿No preferirías un coche?

—Los están tapizando —intervino Martin, quien había estado escuchando la conversación.

—Está bien, te la dejo. ¿Para qué la necesitas?

—Lo siento, es personal.

Chiara zanjó rápidamente el resto de preguntas y consiguió la bicicleta justo a tiempo para seguir a Violeta hasta su hotel.

Se ocultó bajo un árbol, disimulando con una revista y una gorra. Al rato vio a la pelirroja salir acompañada de un hombre que, a su parecer, le llevaba unos cuantos años de más. Observó cómo se subían a un coche que los llevó hacia un restaurante.

LA ESPÍA QUE ME ENAMORÓ // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora