La doctora sexy

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—De acuerdo. Creo que la red funcionará con un adaptador Ethernet 10Base-T que conectará todos los servidores del congreso una vez que instalemos el cortafuegos— explicó Chiara al chico encargado de la presentación. La habían llamado para resolver un problema en la sala de congresos de LabCorp, donde se iba a llevar a cabo una conferencia de biomedicina.

—Perdona, ¿qué? —dijo el chico, atónito, sin haber entendido ni una sola palabra.

—Nada, que ya está arreglado —respondió mientras se incorporaba tras teclear un par de veces en el ordenador.

Su corazón se detuvo al instante cuando lo vio.

Una rubia despampanante, de ojos azules y un impecable traje de falda y chaleco, cruzaba la sala de congresos sin notar la mirada incrédula de la inglesa, cuyos ojos verdes seguían cada uno de sus pasos.

Al ver que se acercaba cada vez más, Chiara no pudo hacer otra cosa que esconderse bajo la mesa, sintiendo cómo los latidos retumbaban en su pecho.

—¿Hay algún problema? —preguntó el encargado, alucinado por la actitud de la chica.

—Dígame si esa rubia de ojos azules, cabeza redonda y corazón frío sigue ahí.

—Sí, sigue ahí —confirmó tras localizarla fácilmente charlando con otra mujer—. ¿Por qué? ¿Quién es?

—Índigo, mi exnovia. Me rompió el corazón —respondió atropelladamente, notando cómo sus manos comenzaban a sudar—. Necesito escabullirme. Si le pido que active la alarma de incendios, ¿será demasiado pedir...?

—Hola, soy la doctora Índigo Aceitón. ¿Con quién puedo hablar sobre lo que necesito para mi conferencia? —la voz de Índigo resonó en la sala, enviando escalofríos por la espina dorsal de Chiara.

—Debajo de la mesa —susurró el encargado.

Chiara no tuvo tiempo de reaccionar antes de que la tela que cubría su escondite se levantara, revelando el rostro sorprendido de Índigo a pocos centímetros del suyo.

—¿Chiara? — soltó una leve risa jadeante.

La pelinegra salió a trompicones—. Y yo buscando como una loca, y resulta que el enchufe estaba aquí —soltó, disimulando torpemente.

—Chiara Oliver Williams —Índigo la miraba con una sonrisa radiante.

—Presente, aquí la servidora —dijo sintiéndose ridícula.

—¿Te acuerdas de mí? Soy Índigo.

—¡Índigo! ¡Qué sorpresa! —exclamó, alzando los brazos antes de darle un abrazo algo incómodo—. ¿Qué tal? ¿Cómo te va?

—Bien. ¡Qué coincidencia!

—Cuánto me alegro de verte —murmuró Chiara, fingiendo entusiasmo.

—Dios, cuánto tiempo, ¿eh?

—Cuatro años, tres meses —respondió sin pensar, dándose cuenta de lo que decía—. O algo así, no sé, digo yo... —se corrigió rápidamente—. ¿Qué es de tu vida?

—Después de la uni, me doctoré en ingeniería biomédica.

—¿Ah, sí?

—Sí, ahora voy a dar una conferencia sobre enfermedades contagiosas —Índigo sonreía, genuinamente feliz de ver a la inglesa.

—Anda, mira...

—¿Y tú?

—¿Yo...? Pues ahora monto una empresa de informática, soy la directora y trabajo de vez en cuando. Tenemos como 16 o 17 tiendas...creo. Pero de vez en cuando salgo a hacer instalaciones yo misma; me pongo el uniforme y me siento útil —mintió descaradamente. La verdad era que no era más que una simple encargada, pero sintió la necesidad de impresionarla.

LA ESPÍA QUE ME ENAMORÓ // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora