Pica Pica y duchas

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—Bienvenida al mundo del espionaje internacional —Chiara abrió los brazos al superar la alarma de la azotea del ElectroPlanet—. ¿Preparada para nuestro picnic clandestino? —se dirigió a Índigo con una sonrisa pícara y las cejas alzadas.

Había querido impresionarla, colándose en la tienda de noche para regalarle un picnic en la azotea bajo la luz de la luna.

—Todavía no me acostumbro a que seas espía —rió enternecida—. ¿Cómo empezaste?

—Bueno... —Chiara extendió la manta sobre el suelo, intentando ganar tiempo—. Tú no eliges tu profesión, Indi; la profesión te elige a ti.

—Aun así, es algo increíble —exclamó Índigo sentándose junto a la inglesa.

—Bueno, disfrutemos de esta romántica vista.

—Sí, muy romántica —rió con sarcasmo.

—¿Qué? Estamos en la azotea del ElectroPlanet —bromeó feliz—. ¿No notas un olorcillo especial? Es un aire enrarecido que han conocido muy poquitas personas... por no hablar del hecho de que no puedo ir a muchos sitios sin estar bajo vigilancia. Para el gobierno soy muy, pero que muy valiosa —terminó la frase con un guiño seductor.

—Qué listo el gobierno... —susurró, cayendo bajo los encantos de Chiara antes de fundirse en sus labios.

La pelinegra estaba completamente inmersa en el beso cuando escuchó un ruido extraño. Sin despegar sus labios, abrió los ojos y vio cómo la cámara de la azotea se giraba lentamente hacia ellas.

—No puede ser verdad... —suspiró hastiada—. Ahora vuelvo —se levantó furiosa y se colocó frente a la cámara—. ¡Dejadme en paz! ¡Estoy con una chica y...

—Novata —Juanjo despegó la vista del monitor, retirando sus cascos.

—Juanjo... ¿es necesario? Está con una chica, ¿qué puede pasarle? —bufó Violeta, hojeando unos archivos.

Había decidido dejar en manos del agente la vigilancia de hoy. No se sentía con fuerzas para ver ciertas cosas. Porque tenía clara una cosa: quería que Chiara fuera feliz, y sabía que con ella nunca lo sería.

La pelinegra pensaba que no tenía nada que ofrecerle a la vida llena de aventuras de la espía, pero lo que no sabía era que Violeta sentía exactamente lo mismo.

Se sentía insuficiente para Chiara, por eso intentaba reprimir sus sentimientos al máximo. Su vida, aparentemente divertida, era en realidad una existencia vacía que la estaba ahogando, hasta que la conoció a ella. Chiara era la luz de sus días en una vida repleta de oscuridad. Y no quería que la de Chiara también se tornara oscura y vacía.

Por eso deseaba que fuera feliz, aunque fuera sin ella. Aunque eso no quitaba que le doliera verlo en vivo y en directo todos los días.

—Olvidas que estamos hablando de Chiara Oliver... ¿Te da igual que tu superordenador/novia navegue por la red de otra mujer?

—No olvides que nuestra relación es falsa —Violeta hablaba calmada y serena, pero las fotos que sujetaba en su mano revelaban lo tensa que estaba, pues sus dedos apretaban el papel con más fuerza de lo normal. Miró a la pantalla donde Chiara seguía con su monólogo particular a la cámara—. Y tiene derecho a una novia de verdad —suspiró, esta vez sintiendo el peso de sus propias palabras.

A los segundos, la imagen de Noemí apareció en otro monitor.

—Agente Hodar, Mayor Bona... Tenemos una nueva misión, pero tendrán que hacer algo muy poco ortodoxo. El doctor Gio Lafleur tenía una lista con los nombres en clave de los agentes con los que colaboraba. Creemos que se trata de agentes de Fulcrum y podemos descubrir a los agentes corruptos que hay en el CNI.

LA ESPÍA QUE ME ENAMORÓ // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora