𝐴𝑚𝑜𝑟 𝐸𝑛𝑡𝑟𝑒 𝐸𝑛𝑠𝑒𝑛̃𝑎𝑛𝑧𝑎 / 𝐷𝑎𝑛𝑖𝑒𝑙𝑎 𝑉𝑖𝑙𝑙𝑎𝑟𝑟𝑒𝑎𝑙

17. 𝑨𝒓𝒓𝒆𝒈𝒍𝒂𝒎𝒆 𝒆𝒍 𝒂𝒍𝒎𝒂

Me encontraba en mi escritorio, escribiendo sobre como me sentía, como llevaba haciendo desde hace un mes (o puede que haya sido hace más. No llevo la cuenta). No tenía idea de por qué o para quién escribía; tal vez era para el futuro, o quizá para inmortalizar el presente y recordar el pasado que se me escurría entre las manos. Probablemente, nadie más llegaría a leer esto, lo sabía, pero saber que esta libreta será la prueba de todo me sostiene.

"Cada día más cerca de la chingada" 11/22

Mi único consuelo en estos días ha sido el alcohol. He estado completamente fuera de mí, solo cometo errores y actuó sin pensar, casi como si esto me consumiera la cabeza.

Hace unos días discutí con Daniela, fue algo que solo ocurrió en un momento de ira; esa noche yo estaba en mi cama, hablando con ella, siendo mi celular lo único que amortiguaba la completa obscuridad. Era un momento muy íntimo, el sonido de su voz, cada murmuró me trasmitía tranquilidad, el calor de su cuerpo era casi tangible a pesar de estar a millas de distancia.

Me detuve un momento, intentando recordar sus palabras. Ahora que lo veo en un momento más tranquilo, veo que actúe impulsivamente. Pero en ese momento, cada palabra que salía de su boca parecía una ofensa.

Estábamos hablando sobre mi familia, ella intentaba aconsejarme, me decía que debería de intentar reconciliarme con mis hermanos, que me pusiera al corriente con la escuela. No sé a ciencia cierta que fue lo que me molesto, pero algo hubo, que me hizo sentir atacada. Me sentí como si ella no entendiera mi situación: la presión, la sensación de no tener control de mi vida, el no encontrar el camino, y sentir que he estado desperdiciando el tiempo.

Le solté, casi escupiéndole las palabras, que ella no me comprendía, que ella nunca había tenido alguna dificultad real. Que su vida era perfecta, sin complicaciones ni tragedias. Que tenía la vida comprada. "Tú nunca vas a entenderlo. No tienes ningún derecho de opinar sobre lo que he hecho. No sí, ni tú, ni tu familia, no tienen alguna puta idea de lo que es pasar por esto o ninguna otra cosa. Claro, ustedes, la gente, con dinero no sufren."

Ojalá todo hubiera quedado ahí, pero no, decidí ser egoísta. Le dije muchas más cosas, cada una más ofensiva que la otra. En ese momento, me sentí repugnantemente bien, como si decirle todas sus "verdades", y cada insulto que soltaba, pudiera cambiar algo o resucitar a mi padre: Me sentí liberada.

Ahora que lo escribo, no me puedo sentir más miserable.

Cuando, después de pensar las cosas de una manera más fría, y haberme arrepentido, intenté llamarla. Nunca contestó. Sé que está en todo su derecho de no hacerlo, pero ahora, su ausencia me carcome. Cada llamada perdida como era un golpe a mi conciencia. ¿Y si nunca la vuelvo a ver? Ni siquiera tendría la oportunidad de disculparme.

Más que herirme me traicioné a mí misma. ¿Acaso la muerte de mi padre es también la mía? Me estoy condenando.

Dejé mi pluma y libreta de lado. Hoy se va a arreglar todo lo de la división y repartición de bienes. Tener que lidiar con asuntos legales, siempre me ha parecido abrumador, y más sabiendo que esto seguro causaría discusiones con mis hermanos. Afortunadamente, papá sí hizo testamento; solo se necesitaban algunas firmas y documentos.

Suspiré pesadamente sin alguna motivación o ganas de salir. Las ocasiones en las que salía de casa eran muy contadas; sin tener que ir a la facultad no tengo muchos motivos para salir. Solo salí para el velorio y unas veces para comprar lo que necesitaba.

Me levanté finalmente de la silla, y me dirigí hacia el closet para buscar qué ponerme. Si pudiera elegir, decidiría no ir y solo quedarme aquí haciendo cualquier cosa inútil, pero cuando de esto depende que tenga yo un techo bajo el cual dormir, no hay opción ni duda.