I - Iniciando El Día

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Max abrió los ojos al escuchar el molesto sonido de su despertador. No era raro que acabara posponiendo la alarma, ya que su padre solía ir a despertarlo unos minutos después. Sin embargo, esta vez era diferente; quería ser responsable, al menos durante los primeros días de este nuevo comienzo.

Con algo de pereza, se levantó de la cama, bostezando mientras se rascaba la nuca. Se dirigió al baño, al lado de su habitación, para darse una ducha caliente. Al salir, con una toalla alrededor de la cintura, se vistió de manera descuidada.

Quizá algunos fueran con ropa más formal, después de todo su nuevo colegio era conocido por ser algo costoso, pero no sería un crimen si él iba con sus pantalones cortos, una camiseta deportiva y sus Vans desgastadas.

Bajó las escaleras rápidamente, notando a su hermano menor, Alex, sentado sobre la mesa con un palito de cereal en las manos, mientras sus pies reposaban sobre la mesa frente a él. A pesar de que solo había un año de diferencia entre ambos, Alex siempre había sido el más rebelde, y aunque estaba a punto de pasar por la misma etapa que él en cuestión de meses, no había cambiado en lo más mínimo su actitud.

—Sabés que le molesta que pongas los pies sobre la mesa —mencionó Max mientras se acercaba para sentarse a su lado, pensando en qué sería adecuado para desayunar.

—Da igual, tú lo haces, Lynx lo hace, ¡incluso él lo hace! Si quiero ponerlos aquí, es mi problema —respondió Alex de inmediato, mientras continuaba comiendo tranquilamente su plato de cereal.

Max soltó un suspiro, observando a su hermano menor resignado. Entendía que esa rebeldía suya era parte de su manera de destacar en una familia donde todos parecían sobresalir de alguna forma. Pero hoy, había algo en la forma en que Alex tenía sus pies descalzos desparramados sobre la mesa que capturó la atención de Max.

—¿Y ahora qué mirás? —preguntó Alex, notando la mirada fija de su hermano mayor.

—Nada, sólo pensaba en cómo cambiaste en este último año —respondió Max, desviando la mirada por un instante, pero no logrando apartar del todo la imagen de los pies de Alex, que se movían lentamente, como si estuvieran al tanto de la atención que estaban recibiendo.

Los pies de Alex estaban completamente descalzos, los dedos ligeramente curvados y la piel suave, con un tono rosado en los talones. Max se percató del delicado contraste entre la suavidad de la piel y el ligero brillo que el sudor matutino dejaba en la superficie. Hubo un leve aroma, casi imperceptible, pero que Max, con su mente enredada en pensamientos que no se atrevía a reconocer, sintió como un estímulo intenso.

Alex, ajeno a la marea de sensaciones que despertaba en su hermano, levantó un pie y lo movió perezosamente en dirección a Max, moviendo sus dedos levemente.

—¿Te molesta? —preguntó con una sonrisa desafiante, empujando su pie aún más, a penas a centímetros del rostro de su hermano.

Max observó cómo Alex levantaba el pie, dejando que el aire se llevara un poco del calor que irradiaba. Max no pudo evitar seguir con la mirada los dedos, suaves y ligeramente rosados en las puntas.

—¿Sabés qué? —dijo Max, inclinándose hacia Alex con una sonrisa traviesa—. Creo que necesitas que alguien te de una buena lección cabrón.

Antes de que Alex pudiera reaccionar, Max le agarró el tobillo y acercó el pie hacia él, provocando una risa inmediata de su hermano menor. La textura suave y cálida de la piel de Alex se deslizó bajo los dedos de Max, y este, sin poder resistirse, comenzó a acariciar la planta del pie con suavidad.

—¡No, Max! —gritó Alex entre risas, su cuerpo retorciéndose en un intento desesperado por escapar—. ¡Basta, no! ¡Sabés que odio las cosquillas!

Max: El Chico Nuevo del ColegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora