Era un domingo por la tarde y, a decir verdad, no había mucho en marcha. Max se encontraba en su habitación, copiando los apuntes de Sebastián en su libreta. Alex, por su parte, estaba inmerso en su mundo de videojuegos, mientras que Lynx yacía en su cama, escuchando música. Cada uno ocupado en sus cosas, parecía que la calma del día se mantendría por un buen rato.
Con el paso de las horas y el anochecer ya asomando, finalmente llegó el padre de los chicos. Vestido con su traje habitual, aunque algo despeinado por un largo y agotador día, se dejó caer en el sofá de la sala para descansar. Sin embargo, sabía que debía preparar la cena para alimentar a sus hijos. Después de unos minutos de pausa, se levantó y se dirigió a la cocina.
Lynx salió de su habitación, atraído por el hambre que empezaba a apoderarse de él, solo para encontrarse con su padre en la cocina.
—Pensé que ya no ibas a llegar, es muy tarde —suspiró Lynx, mientras tomaba unas galletas. Era habitual que, debido a su trabajo, su padre a veces regresara tan tarde que incluso llegara al día siguiente.
—Yo también lo pensé. Fue un día realmente agotador. No han comido, ¿verdad? —preguntó su padre, con la mirada fija en los sartenes.
—Nah... Me estaba preguntando si debería haberles hecho algo de comer, pero al final no fue necesario —respondió, sonriendo antes de regresar a su habitación para continuar con lo suyo.
Pasaron unos minutos y, finalmente, la cena estuvo lista. El padre llamó a sus hijos, quienes bajaron rápidamente las escaleras, atraídos por el aroma de la comida. Se colocaron en la mesa, ansiosos por ser servidos.
Vestidos de manera cómoda, Max llevaba una camiseta sin mangas y un short, mientras que Alex optó por un suéter y pantalones con pantuflas. Lynx estaba descalzo, con una camisa y unos pantalones rasgados. En contraste, su padre seguía con su traje y apretados zapatos, que no parecían ser muy cómodos.
Los chicos, que querían hacer que su padre se sintiera mejor tras un largo día, discutieron y decidieron que un masaje sería la solución perfecta. Con eso en mente, se acercaron a la sala, donde su padre estaba viendo la televisión, aún completamente vestido.
—Oye, papá, sabemos que hoy fue un día difícil para ti, así que queremos ayudarte a sentirte mejor —dijo el mayor de los hermanos, acercándose.
Su padre los miró con curiosidad, dejando de lado lo que estaba viendo. —¡Oh, muchas gracias! ¿Qué es lo que quieren hacer?
—¡Te vamos a dar un masaje! En los hombros y en los pies —exclamó Alex con una sonrisa.
La idea del masaje sonaba bien, a pesar de que nunca había recibido uno. Asintió con la cabeza y los chicos comenzaron a posicionarse: Lynx se colocó detrás del sofá para alcanzar los hombros de su padre, mientras Max y Alex se dirigieron a sus pies.
Intercambiando miradas, el padre se quitó el saco y la corbata para sentirse más cómodo. Alex y Max aflojaron los cordones de sus zapatos de vestir y se los quitaron, dejándolo solo con sus calcetines de seda, que también le quitaron poco después.
Finalmente, el masaje comenzó. Lynx presionó suavemente los hombros de su padre, mientras que Max y Alex empezaron a masajear sus pies. Los pies de su padre eran grandes y despedían un fuerte olor a sudor; parecía que había usado talco, aunque no había sido efectivo. A pesar de eso, eran suaves y, según supusieron, muy sensibles, pues seguramente habían heredado esa característica.
Afortunadamente, su padre parecía disfrutar el masaje, liberando la tensión acumulada del trabajo. Aunque los chicos no eran expertos, se esforzaban al máximo. Sin embargo, habían planeado otra sorpresa: querían hacerle cosquillas.
Para que no sospechara, continuaron con el masaje unos minutos más hasta que su padre se distrajo lo suficiente. Lynx levantó los brazos de su padre, quien se dejó guiar sin dudar. Al darse cuenta de que su hijo los sujetaba, se extrañó un poco, pero todo tuvo sentido cuando vio a Alex levantarse de sus pies y dirigirse a sus axilas, comenzando a hacerle cosquillas con una sonrisa.
Inmediatamente, su padre empezó a reírse a carcajadas e intentó zafarse, pero Lynx era lo suficientemente fuerte como para inmovilizarlo. Mientras tanto, Max se sentó sobre los tobillos de su padre para mantenerlos fijos y empezó a rascar las suaves y largas plantas de sus pies, lo que lo hizo moverse desesperadamente en un intento de escapar.
Era evidente que el padre era tan cosquilloso como sus hijos, y su rostro se enrojeció mientras lágrimas de risa brotaban de sus ojos. Su cuerpo se agitaba tratando de liberarse, pero era inútil.
Las cosquillas continuaron durante un buen rato; Alex cosquilleaba velozmente las axilas de su padre, mientras Max hacía lo mismo en sus pies, tocando sus dedos, talones, arcos y plantas, cada uno más sensible que el anterior. Su padre disfrutaba de las risas a pesar de que, evidentemente, no podía contenerse.
Sin embargo, en cuanto el mayor de los hermanos habló, ambos se detuvieron al instante.
—Ya, chicos, creo que eso fue suficiente —dijo Lynx, soltando los brazos de su padre.
El padre, finalmente pudo respirar con tranquilidad cuando las cosquillas cesaron. Pero en lugar de estar molesto, sonreía sinceramente, disfrutando de la intención y cariño detrás de las travesuras de sus hijos.
—¿Entonces te sientes mejor, papá? —preguntó Max con curiosidad, acercándose un poco más a él.
—Me siento genial ahora, los quiero mucho —respondió Felix, sonriendo mientras extendía sus brazos. Los chicos no dudaron en abrazarlo, creando un gran abrazo familiar que llenó el ambiente de calidez y amor
ESTÁS LEYENDO
Max: El Chico Nuevo del Colegio
Ficção AdolescenteMax, un joven chico sé encuentra con una situación terrible para muchos: Un cambio de ciudad y por lo tanto, empezar de cero su vida, tanto en el ámbito académico a su vez cómo el social. Pero para su fortuna, pronto sé dará cuenta que sus nuevos am...