Lynn Loud Jr., capitana de su equipo de fútbol, es forzada a tomar clases de ballet, lo que la lleva a convivir con Giselle Westwood, su compañera en la escuela, una sofisticada bailarina, que es prejuzgada y molestada por Lynn. Aunque al principi...
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Narra Lynn
Llegué a casa, agotada tanto física como emocionalmente. Apenas crucé la puerta y Lincoln, como siempre, me saludó con su típica energía. Creo que noto lo que me pasaba, pues enseguida trato de animarme
—¡Lynn! ¿Quieres jugar más tarde?
—Claro, Link, después —respondí con desinterés, intentando esbozar una sonrisa, pero no me salía. Solo quería escapar de todo, así que subí las escaleras lo más rápido que pude. No tenía ganas de hablar con nadie.
Entré en mi habitación y dejé la mochila caer al suelo. Sin pensarlo dos veces, me lancé sobre la cama, deseando que el peso de los recuerdos del día desapareciera, aunque solo fuera por unos minutos. Pero en lugar de encontrar consuelo, un pinchazo en la espalda me obligó a sentarme de golpe.
—¿Qué demonios...? —gruñí, buscando la fuente del dolor.
Entre las sábanas, brillaba algo pequeño. Lo tomé con cuidado y, al verlo más de cerca, lo reconocí de inmediato. Era un arete... el arete de Giselle. Mi corazón se encogió al instante.
Sosteniendo el arete en la mano, un aluvión de recuerdos llegó sin aviso. Las miradas robadas, los momentos en los que nos perdíamos juntas, los roces accidentales que significaban tanto, y luego... el fin abrupto de todo. Mi garganta se apretó y, sin poder evitarlo, las lágrimas comenzaron a caer, suaves pero implacables.
En ese instante, escuché un leve golpe en la puerta, que estaba abierta. Era Lori, asomándose con una expresión que combinaba preocupación y ternura.
—Lynn, ¿qué te pasa? —preguntó Lori, entrando en la habitación sin esperar respuesta. Ya había notado las lágrimas en mis ojos.
Rápidamente intenté secarme las lágrimas, pero el dolor era demasiado. —Nada, Lori... solo estoy cansada, eso es todo —intenté decir, aunque mi voz sonaba quebrada.
Lori cerró la puerta y se acercó, sentándose a mi lado en la cama. —Lynn, te conozco. No es solo cansancio. —Miró el arete que todavía sostenía—. ¿Es por ella? ¿Es por Giselle?
Tragué saliva, mi pecho se apretaba al oír ese nombre. Sin poder articular palabra, solo asentí, mientras una lágrima silenciosa rodaba por mi mejilla.
—Sabes que puedes hablar conmigo, ¿no? —dijo Lori suavemente—. No tienes que cargar con todo esto sola.
Respiré hondo, sintiendo mi voz temblar. —Es que... pensé que dejarlo todo atrás sería lo mejor, que ambas estaríamos mejor así. Pero ahora... no sé. La extraño, Lori. Extraño estar con ella, pero al mismo tiempo, todo se sentía tan complicado.
Lori escuchó atentamente, sin interrumpir, permitiéndome desahogarme.
—Lo peor —continué, mientras miraba el arete—, es que pensé que era más fuerte. Que podría seguir adelante sin sentir esto, pero no puedo. No puedo olvidar todo lo que vivimos.
