Capítulo 40 - Destinados

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Un año más tarde...

Amelia

Hoy era finalmente el día. Hoy me casaba con el amor de mi vida. El sol de la mañana iluminaba la habitación mientras me preparaba junto a Irene y mi madre. El bullicio de risas, maquillaje y arreglos llenaba el espacio, pero mi mente estaba en calma. Hoy era el día en que todo cambiaba para siempre, en el mejor sentido posible.

— Estás preciosa, Amelia — dijo Irene mientras ajustaba el velo en mi cabello. Martina, su bebé de ya de casi cinco meses, se movía entre sus brazos ligeramente con cada movimiento. — João se va a desmayar cuando te vea.

Me miré en el espejo y sonreí. Llevaba un vestido blanco sencillo pero elegante, con detalles de encaje que parecían sacados de un sueño. Mis manos temblaban ligeramente, no por nervios, sino por la emoción de saber que, al final de ese pasillo, estaría esperándome el hombre con el que quería pasar el resto de mi vida.

Aurora, la hermana de Gavi, se estaba encargando junto a Carla de arreglar el ramo de rosas que iba a llevar.

— Estás preciosa, Meli — dijo Aurora con una sonrisa radiante, mientras me entregaba el ramo. — João va a llorar en cuanto te vea.

— Lo sé, siempre tan llorón — bromeé, aunque mi propia voz temblaba un poco por la emoción.

Carla ajustó un último detalle en mi velo y me miró con cariño. — No creo que haya habido una novia más bonita en toda la historia de las bodas.

Solté una risa nerviosa. — ¡Ya basta! Me vais a hacer llorar antes de salir.

Irene me miró en ese momento, con su bebé en brazos — No puedo creer que ya estemos aquí. ¿Quién iba a decir que todo terminaría así de perfecto?

— Cállate o vas a hacerme llorar — respondí mientras ella me abrazaba con cuidado, para no aplastar el ramo. — Hola mi amor — saludé a Martina dándole un besito en la frente

El murmullo de los invitados llegando al salón se escuchaba de fondo. Pedri y Gavi, que también estaban ayudando con los preparativos, se asomaron a la puerta.

— ¿Estás lista, Meli? — preguntó Pedri con una sonrisa.

— Más que nunca — respondí con una confianza que no había sentido nunca antes.

— Hay alguien que quiere verte — dijo el sevillano entrando con mi hijo en sus brazos

— Ay mi amor — dije cogiendo a Tomás en mis brazos y acariciándole con cariño — ¿Te están tratando bien el tito Gavi y el tito Pedri? 

— Se porta como un campeón — respondió Gavi con una sonrisa orgullosa, aunque tenía manchas de babas en la camisa. — Aunque me parece que alguien aquí está practicando para ser delantero, ¿verdad, pequeño?

Pedri asintió con una sonrisa. — Lo llevamos en brazos un rato, pero empezó a dar pataditas como loco. João va a tener competencia en unos años.

Reí mientras acariciaba la cabecita de Tomás. — Claro que sí, ¿verdad que vas a ser tan bueno como papá? — Sus grandes ojos me miraron y sentí que mi corazón se llenaba aún más de amor.

— Vale, vale, ahora sí — intervino Carla mientras ajustaba el velo una última vez. — Tomás ya está listo para ver a su papá, y tú, Amelia, necesitas salir antes de que tu prometido se piense que te has dado a la fuga.

Irene me miró con ojos llenos de ternura. — Anda, vete. No hagas esperar más a tu príncipe.

Besé a Tomás una última vez antes de devolvérselo a Gavi, quien lo recibió como si estuviera manejando el trofeo más valioso del mundo. Me acomodé el ramo y tomé una profunda respiración. Irene me dio un último abrazo y Carla un beso en la frente

Destinados - João FélixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora