REBECCA.
Bajé mi equipaje del maletero del coche y me dirigí con decisión al amplio portón de entrada de la que se iba a convertir durante las próximas semanas, esperaba que no muchas, en mi nueva residencia. No me dio tiempo a llamar al portero automático, pues la puerta se abrió por sorpresa y la cara angulosa de Heng apareció en seguida para darme cortésmente la bienvenida.
– Buenas tardes – saludó arrancándome la maleta de las manos con un movimiento algo brusco. – Pasa, por favor. Song acaba de llegar del colegio y estoy seguro de que tiene muchas ganas de conocerte – agregó en un tono de voz que me sonó a guasa.
– ¡Estupendo! Yo también tengo muchas ganas de conocerla – contesté con fingido entusiasmo.
– Es una niña muy lista; un poco contestona pero muy lista – comentó mirándome de reojo mientras atravesábamos el jardín en dirección a la casa.
– Bueno, todos los niños son ahora un poco contestones; no hay que darle mayor importancia.
Él esbozó una sonrisa malévola pero no dijo más. Me acompañó hasta el interior de la casa, dejó la maleta en el vestíbulo y me indicó el camino hacia la cocina tras informarme de que me esperaban allí. Yo obedecí sus instrucciones y atravesé un impresionante salón de techos altos y amplios ventanales en el que cada detalle parecía haber sido estudiado con esmero para crear un ambiente de lujo y refinamiento. Probablemente sería la obra de un arquitecto de renombre, aunque intuía que reflejaba con fidelidad el gusto personal de la dueña de la casa. La cocina también era espaciosa y moderna, con una isla de un tamaño descomunal y una pequeña mesa de desayuno en un extremo. Tres personas me observaron con fijeza en cuanto accedí a la estancia: una mujer regordeta de unos sesenta años que removía algo en el fuego de la vitrocerámica, una niña menuda y de aspecto vivaz y, cómo no, la propia Sarocha Chankimha, que se levantó de inmediato de su asiento para recibirme. Sería una delincuente con todas las letras, pero debía reconocer que sus modales eran impolutos.
– Rebecca, te estábamos esperando, ¿qué tal el fin de semana?
– Bien, gracias – contesté exhibiendo una sonrisa pretendidamente ingenua.
– Ven, te quiero presentar a María; es la persona que lleva la casa y la cocina.
– Encantada de conocerte, Rebecca – saludó la mujer ofreciéndome la mano de forma amistosa – ¿Tienes alguna alergia alimentaria?
– Ninguna, gracias – contesté apretándole la diestra con suavidad. Después dediqué toda mi atención a la niña, que me observaba desde su asiento con gesto ceñudo. Sus ojos, grandes y expresivos, reflejaban curiosidad y su boca, de labios sonrosados, se curvaba en un mohín de disgusto. El cabello, largo y rizado, tenía mechones que parecían estar fuera de lugar, como si se hubieran resistido a cualquier intento de ponerlos en orden.
– Y esta es Song, claro está – anunció Sarocha Chankimha señalando a la susodicha, que seguía removiendo desganadamente con el tenedor lo que parecía una manzana recién cortada. – Tiene muchas ganas de conocerte,
¿verdad Pau?
– ¿Ezta también ez medio tonta, como laz otraz? – preguntó entonces la niña con un llamativo ceceo motivado, quizá, por la falta de los dos incisivos superiores. Al contrario que su madre, ella sí hablaba con un ligero acento Tailandiano.
– ¡Song!, ¿por qué dices eso? Es de muy mala educación hablar así de los demás ¿sabías? – la regañó Sarocha propinándole un suave capón en la cabeza.
– ¡Puez zi ze lo dijizte tú a Heng el otro día! – se excusó la niña con una sonrisa maligna. – Oz ezcuché hablar de ezo...
¡Dios!, empezaba a temer que aquel pequeño monstruo me hiciese la vida imposible.
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Misión Pantera (Freenbecky)
FanfictionRebecca es una joven oficial de policía con grandes aspiraciones, apasionada por su labor y con un firme código moral fundamentado en el respeto hacia la ley y la justicia. Su vida da un giro inesperado cuando acepta una misión encubierta que la lle...