SAROCHA.
– ¿Policía?
– Policía – confirmó Heng encendiendo su acostumbrado Marlboro con mano firme, aunque sin ocultar un gesto de desagrado en el rostro. – O más concretamente – matizó – oficial de policía pendiente de ascenso a subinspectora, lo que por lo visto le han prometido después de esta misión.
– ¿Estáis seguros? – pregunté reclinándome en mi ancho sillón de cuero mientras jugueteaba inconscientemente con el pisapapeles de plata con la figura de una pantera que siempre tenía sobre mi escritorio.
– Estamos seguros, patrona. Se llama Rebecca Armstrong, no Martín. Y su padre es magistrado en la Audiencia Nacional de Madrid – intervino Héctor cruzando los hercúleos brazos hasta tensar la tela de su polera. – Nuestro contacto en la policía nos ha confirmado y ampliado la información obtenida por los detectives. Lo tiene todo en el informe... – añadió señalando la carpeta que, previamente, había depositado sobre la mesa de mi despacho.
– Veo que no te sorprende del todo – apuntó Heng tocándose la incipiente barba de la cara con la boquilla de su cigarrillo, en un ademán que delataba cierto nerviosismo por su parte.
– No del todo – admití con un suspiro de resignación. – Aunque esperaba equivocarme, por supuesto. Eso sí, lo del padre no me lo esperaba.
– Una pinche policía en casa...– murmuró Héctor en tono desdeñoso –
¡menuda vaina!
Si había algo que compartía con mis hombres era, precisamente, el desprecio a todo lo que tuviera que ver con agentes de la ley. Habíamos sido acosados, perseguidos, tiroteados e incluso extorsionados por ellos, por no hablar de aquellos a los que habíamos sobornado para que, finalmente, terminaran por traicionarnos.
– ¿Qué vamos a hacer con ella? – inquirió Heng mirando fijamente la punta de sus zapatos, como si allí pudiese encontrar la respuesta a su pregunta.
– No lo sé – musité pensativa. ¡Policía! Eso complicaba, y mucho, las cosas. Independientemente del hecho de tener al enemigo en casa, no era lo mismo fantasear con una inocente empleada que con una oficial de policía
cuyo único objetivo era, con toda seguridad, vigilarme de cerca en busca de pruebas que pudiesen llevarme a la cárcel.
No, no era lo mismo.
– Deberíamos darle un buen susto antes de despedirla – propuso Héctor con una sonrisa un tanto sádica – Un par de dedos rotos, quizá. Algo sin importancia. Me puedo encargar de ello con Raúl, a ver si así se les quitan las ganas de venir a tocarnos los cojones.
– ¡No seas bruto, Héctor! – lo reprendí al instante. Recuerda que hemos dejado todo eso atrás. Debemos actuar con más sutileza...
– ¡Sutileza! – repitió Heng con gesto de desaprobación. – ¿Qué sugieres que hagamos con ella entonces?, ¿una fiesta de despedida?
– Bueno, la chica será todo lo policía que quieras, pero hace muy bien su trabajo con Song.
– ¿Y...?
– Dejémosla que continúe haciéndolo.
– ¿Cómo? – preguntaron al unísono los dos hombres contemplándome ceñudos.
– Que continúe con su labor. En este tiempo no solo ha conseguido que Song avance en sus estudios, sino que se comporte más civilizadamente. Además, la niña está a gusto con ella – expuse siendo consciente de que aquella no era, ni mucho menos, la única razón por la que deseaba que Rebecca continuara viviendo bajo el mismo techo que yo.
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Misión Pantera (Freenbecky)
FanfictionRebecca es una joven oficial de policía con grandes aspiraciones, apasionada por su labor y con un firme código moral fundamentado en el respeto hacia la ley y la justicia. Su vida da un giro inesperado cuando acepta una misión encubierta que la lle...