SAROCHA:
– ¡Set y partido! – grité con aire victorioso al observar que la pelota que acababa de golpear con un fabuloso smash atravesaba el campo contrario hasta votar sobre la línea de fondo. Llevábamos más de una hora jugando al tenis bajo un sol de justicia, dejándonos la piel en un partido que de amistoso había tenido poco o nada. Eso era lo malo de jugar a cualquier cosa con Rebecca, que jamás se daba por vencida. Si se comportaba así en el ámbito profesional, le auguraba una carrera de lo más exitosa.
– ¡Quiero la revancha! – gritó ella, furiosa, recogiendo rápidamente un par de bolas del suelo para introducirlas en los bolsillos de aquellos shorts deportivos de color blanco que le quedaban escandalosamente bien.
– Hace casi treinta grados, ¿no podemos dejarlo para otro día? – propuse pasándome el dorso de la mano por la cara en un vano intento de retirar el sudor que caía a raudales por mi frente. – Mejor vamos a la piscina a darnos un baño...
– ¡No!, ¡ahora! – replicó ella comenzando a votar una bola contra el suelo con gesto de impaciencia.
Yo me acerqué a la red, sonriente, mientras ella hacía lo propio sin dejar de mirarme con expresión desconfiada, como si a lo largo de aquel disputado partido me hubiese dedicado a hacer todo tipo de imaginarias trampas. Cuando traté de sujetarla de la camiseta para dale un beso, se retiró de un ágil movimiento hacia atrás hasta ponerse fuera de mi alcance.
– ¿En serio me vas a obligar a seguir jugando? – pregunté riendo ante su gesto. Jamás había conocido a nadie que tuviese tan mal perder como aquella arrogante subinspectora de policía que se había convertido en mi amante.
– En serio.
– Bien, pero eso tiene un precio – declaré arqueando las cejas con aire misterioso.
– ¿A qué te refieres...? – inquirió ella, intrigada, acercándose de nuevo a la red hasta detenerse a una distancia prudente de mí.
– Que, si quieres la revancha, aquí y ahora, a riesgo de que me dé un vahído con este calor infernal, quiero algo a cambio – declaré acariciándola con la mirada en un gesto poco disimulado. Habían pasado dos semanas desde que me había acostado con ella por primera vez y seguía sin acostumbrarme del todo a sus frecuentes visitas desde entonces. De nuevo sentí aquel extraño cosquilleo en la base del estómago que me recordaba de forma casi constante mi necesidad de ella. ¡Dios, ahora entendía por qué los enamorados actuaban como auténticos idiotas! El mismísimo Cupido debía de estar riéndose de mí después de años burlándome de todo lo que pudiese sonar a romántico. ¡Bien merecido me lo tenía!
– ¿Y qué me costaría semejante sacrificio por tu parte...?
– Bueno, no sé... podrías traerte un día tu uniforme de policía y ponértelo en mi dormitorio – propuse en tono casual, como si se me acabase de ocurrir aquella perversa fantasía en ese momento y no en un tiempo muy anterior. Siempre me habían gustado los uniformes.
– Tú eres una ... una...– se interrumpió buscando la palabra adecuada antes de seguir hablando con cierto desconcierto – ¡una auténtica degenerada!
– Un poco sí, la verdad – admití encogiéndome de hombros en un ademán algo descarado.
– ¿No tienes respeto por nada o qué? – inquirió entonces ella sin poder evitar que un esbozo de sonrisa asomara a su rostro.
– Por pocas cosas, lo reconozco... entonces, ¿traes un día el uniforme?
– ¡Claro que no! Jamás voy a hacer tal cosa, que lo sepas.
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Misión Pantera (Freenbecky)
FanficRebecca es una joven oficial de policía con grandes aspiraciones, apasionada por su labor y con un firme código moral fundamentado en el respeto hacia la ley y la justicia. Su vida da un giro inesperado cuando acepta una misión encubierta que la lle...