CAPÍTULO 5

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REBECCA.

– Entonces, ¿me vas a contar de una vez por todas cómo es ella en persona? – preguntó Irin mientras se agachaba distraídamente a recoger una piedra medio enterrada en la arena para lanzarla con fuerza mar adentro. Yo no respondí en seguida. Me giré mirando hacia atrás con aire inquieto; aunque improbable, no descartaba del todo que Sarocha Chankimha hubiese ordenado que me vigilaran durante un tiempo. Sentía escalofríos solo de pensar en lo que aquella mujer podría hacer si averiguase mi identidad. – Tranquila, he hablado personalmente con la patrulla de apoyo y nadie te sigue – añadió mi amiga y compañera tras percatarse de mi gesto.

– Últimamente estoy un poco paranoica – respondí con un suspiro resignado. Confiaba en mis compañeros, pero no dejaba de vivir con una sensación de peligro que me tenía en constante alerta.

– Tranquila, no debe de ser fácil vivir en la casa del lobo.

– No mucho, la verdad.

– Ahora, háblame de ella – exigió Irin propinándome un ligero empujón en el hombro mientras seguíamos caminando hacia el otro extremo de la playa. Cualquiera que nos viera pensaría que no éramos más que un par de chicas paseando descalzas sobre la arena e intercambiando confidencias amorosas durante el ocaso de un domingo especialmente caluroso para la época.

– ¿Qué quieres que te diga? – pregunté observando el mar infinito sin saber muy bien cómo describir a la que se había convertido en los últimos tiempos, por diversos motivos, en el centro de gran parte de mis pensamientos. – Es inteligente, reservada y, por lo que sabemos de ella, peligrosa...– terminé por decir pasados unos segundos.

– ¡Eso ya lo sabía! – exclamó Irin en tono de queja. – Me refiero a cómo es en las distancias cortas. ¿Es tan guapa como en las fotos?, ¿es amable o antipática?, ¿cómo se comporta contigo?

– Es guapa, sí – admití a regañadientes tras inspirar con fuerza una bocanada de aire marino – Tiene una especie de...– me interrumpí por un instante, buscando las palabras adecuadas – de encanto natural que a veces te hace olvidar quién es en realidad.

– ¡Pues no te conviene olvidarlo ni por un segundo! – replicó Irin lanzándome una mirada de advertencia. – Es una tía peligrosa.

– Lo sé, tranquila; era solo una forma de hablar – aclaré de inmediato un poco abochornada. ¿Desde cuándo pensaba que aquella especie de monstruo tenía algo parecido a encanto?

– ¿Y de qué habla cuando está contigo?

– Generalmente de la niña, aunque tampoco creas que coincido demasiado con ella – respondí recordando aquella extraña conversación mantenida en el jardín de la casa, días atrás, en donde por primera y única vez había hablado con ella de cuestiones externas a la educación de Song. Desde entonces tenía la sensación de que me evitaba, aunque lo mismo eran imaginaciones mías.

– ¿Y de verdad no has visto que haga algo sospechoso? Ya me ha dicho el jefe que solo sale de la casa para ir de compras, hacer deporte en el club deportivo o recorrer la isla con el coche.

– No he detectado nada que pueda considerarse como sospechoso, aunque a veces se encierra en su despacho con el ordenador a hacer vete tú a saber qué.

– ¿Tampoco tiene visitas que puedan considerarse extrañas?

– Tampoco.

– Estate alerta. Algo me dice que no se ha instalado aquí para hacer turismo y deporte...

– Te aseguro que lo estoy. Si trama algo, lo averiguaré.

– Por cierto, ¿qué tal es la niña?

– Es una pequeña bestezuela, digna hija de su madre – respondí esbozando una leve sonrisa. La pequeña Song era insoportable y no dejaba de intentar convertirme en el blanco de la mayoría de sus bromas, aunque debía admitir que, a veces, me hacía cierta gracia.

– Te estás ganando el cielo, sin duda alguna.

– Con que me gane el rango de subinspectora cuando termine la misión, me conformo – repuse deteniéndome un momento en deshacer con el pie una pequeña montaña de arena que algún niño se habría entretenido en construir. – Por cierto, ¿cómo van las cosas por la comisaría?

– Un poco lo de siempre, ya sabes, a pesar de que ahora estamos hasta arriba con una banda que se dedica a vender éxtasis adulterado.

– ¿Y los compis?, ¿cómo están?

– Bien, aunque no hacen más que preguntar por ti. Saben que estás en una misión de incógnito, pero desconocen cual.

– La verdad es que os echo de menos – admití con voz quejumbrosa dejándome llevar por la nostalgia. Aunque hacía poco más de un año que me había incorporado a aquel equipo, me sentía plenamente integrada en él.

– Cuando vuelvas, lo celebraremos por todo lo alto, pero invitas tú, ¿eh? – propuso Irin en tono festivo, tratando, quizá, de quitar hierro a la emotividad del momento.

– De acuerdo – respondí sonriendo – pero elegiré yo el sitio. No pienso ir a uno de esos locales de mala muerte que tanto os gustan.

Continuamos el paseo hablando un poco de todo, aunque he de reconocer que la imagen de Sarocha Chankimha se filtraba de tanto en cuanto en mis pensamientos como una invitada inoportuna.

Deseé, una vez más, averiguar cuanto antes algo que me permitiera dar por finalizada la misión y recuperar mi vida.

Misión Pantera (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora