CAPÍTULO 2

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– ¿Preparada? – inquirió Arribas tras acompañarme en persona hasta el subsótano de la comisaría y abrirme educadamente el asiento del conductor de mi coche para que me acomodara en él.

– Preparada – confirmé ajustándome el cinturón de seguridad y tratando de dar seguridad a mi voz. Apenas había dormido y los nervios me consumían, pero la adrenalina y el café negro y espeso que me acababa de beber conseguían mantenerme con la mente ágil y alerta.

– Recuerda que, a partir de ahora, debes comportarte como lo que supuestamente eres: una chica solitaria de Madrid que se busca la vida en Mallorca como profesora. Solo te podrás relacionar con Irin, tu enlace con nosotros durante todo el tiempo que dure la operación, ¿entendido?

– Entendido, señor – contesté con impaciencia – Lo hemos repasado todo miles de veces...

– Pues lo repasamos una vez más – replicó mi jefe con acritud. – La tal Sarocha Chankimha no debe de ser ningún angelito; ¡no conviene que te descuides!

– No lo haré, señor – negué moviendo enfáticamente la cabeza a ambos lados, como si de esa manera pudiera eliminar de mi mente semejante posibilidad.

A pesar de que la operación se había preparado en apenas una semana, se habían tenido en cuenta todos los detalles al dar por supuesto que si Sarocha Chankimha decidía contratarme indagaría sobre mí. El equipo informático de la policía había efectuado un trabajo meticuloso limpiando todos los datos de búsqueda relacionados conmigo y borrando mis cuentas y perfiles en redes sociales para después crear unos falsos. También se había contactado con unos padres "falsos" que responderían amablemente sobre cualquier cuestión que planteara inocentemente cualquier desconocido que pudiese aparecer por Madrid. Un pequeño colegio de la capital confirmaría mi experiencia laboral en el caso de que alguien llamase o se presentarse preguntando por mí.

Todo estaba preparado; solo faltaba pasar la entrevista que tenía concertada con la propia Sarocha Chankimha en la casa que había adquirido en Port d'Andratx, al este de la isla, una de las zonas más exclusivas de la isla balear. La agencia de colocación llevaba unas semanas enviando candidatas

de lo menos apropiadas para el trabajo en cuestión, preparando el terreno para mi aparición estelar. Solo esperaba cumplir adecuadamente con el papel de chica ingenua y con ganas de trabajar para conseguir el trabajo.

– ¡Suerte entonces! – me deseó el jefe apretándome afectuosamente con su manaza el hombro derecho hasta hacerlo crujir – Y ten cuidado, Rebecca...

– Lo tendré.

Arranqué el vehículo sin añadir palabra y me dirigí a la salida repasando mentalmente el itinerario que debía recorrer para llegar a la zona de Port d'Andratx. Sabía que no tardaría más de media hora en llegar a mi destino, pero ante una ocasión como aquella prefería llegar antes de tiempo y ser yo quien, en todo caso, tuviese que esperar.

Tomé la autopista Ma–20 dirección este y conecté la radio tratando de dejar la mente en blanco y así rebajar un poco la creciente tensión que invadía mis músculos con cada kilómetro que recorría. Necesitaba estar calmada si no quería echar al traste una operación meticulosamente organizada, aunque la fotografía de aquella mujer de mirada felina y gesto desdeñoso me perseguía en lo que parecía ser una muda advertencia cargada de amenazas. En honor a la verdad, me sentía bastante intranquila. Cambié de dial con gesto impaciente hasta sintonizar "Sympathy For The Devil". Nunca me había gustado demasiado aquel tema de los Rolling Stones, pero aquel día lo escuché con atención hasta el final, posiblemente porque estaba a punto de conocer en persona a una de las más fieles acólitas del protagonista de la canción. Siempre he pensado que los narcotraficantes a gran escala son unos de los criminales más perversos y peligrosos existentes sobre la faz de la tierra, capaces de construir auténticas fortunas a base de ejercer la violencia contra todo aquel que se le oponga, corromper funcionarios públicos y, sobre todo, despreciar y degradar la vida de los demás por mucho que Sarocha Chankimha no fuese conocida por proceder de forma violenta. Por lo que se sabía de ella, era una mujer más dada a utilizar la plata que el plomo, es decir, de conseguir sus propósitos a base de pactos y sobornos antes que recurrir al derramamiento de sangre. Aun así, no dejaba de ser una digna representante de lo que constituía un crimen deleznable. Apreté inconscientemente el volante prometiéndome hacer todo lo posible por encerrarla entre rejas, el lugar en el que debería estar.

Misión Pantera (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora