CAPÍTULO 25

174 30 0
                                    

SAROCHA.

– ¿Juegaz conmigo al Dance?

– Ahora no, cariño, que estoy ocupada. Pregúntaselo a María mejor – respondí en tono desganado sin apartar la vista de la pantalla de mi portátil. Buscar una casa apropiada en Ciudad de Panamá no era tan fácil como a priori había imaginado. De todas las propuestas enviadas por la agencia inmobiliaria, tan solo una me gustaba, aunque tampoco me terminaba de convencer del todo. Al final, me iba a ver obligada a ir en persona para elegir sobre el terreno.

– ¡Ella no zabe bailar! – replicó Song torciendo el gesto y cruzando los brazos en ademán disconforme. Desde que le había informado de lo del traslado y, sobre todo, de que tendría que hacer el curso en un nuevo colegio, la niña estaba de lo más irritable. Solo la promesa de ir al Disney World de Orlando un par de veces al año había conseguido mitigar su enfado lo suficiente como para no hacerme del todo la vida imposible.

– Bueno, pues díselo a Heng, que está en la piscina.

– Ya ze lo he dicho y no quiere...

– Espérate a que termine, y juego contigo.

– ¿Por qué ya nunca viene Beck?

La pregunta me hizo dar un pequeño respingo sobre mi asiento; hacía semanas que no escuchaba a nadie pronunciar su nombre.

– Ya te expliqué que trabaja mucho y no tiene tiempo... – respondí tratando de infundir a mi voz una seguridad que, incluso a mí, me sonó a falsa. Todavía me escocía el tema, y aunque el sentido común me empujaba a seguir adelante y olvidarme de ella, algunos recuerdos se aferraban a mi conciencia desafiando todos los intentos de desvincularme emocionalmente de quien tan claro tenía que no deseaba formar parte de mi vida.

– ¡Puez yo quiero que venga! – replicó Song con esa cadencia que usan los niños cuando piden algo que consideran poco probable que consigan. – Ella ez la que mejor juega...

– Ya hemos hablado de eso varias veces, Song. Y ahora, déjame un rato sola, por favor. – dije en tono autoritario dando por zanjada la conversación.

La niña me contempló durante unos segundos con expresión enfurruñada antes de dar media vuelta y abandonar mi despacho con su fiel Pipa pisándole los talones.

Yo fijé la vista con aire pensativo en el esplendoroso sauce que se veía a través de la ventana mientras volteaba con mis dedos el pisapapeles de la pantera. ¿De verdad era buena idea abandonar España y empezar de nuevo en otro sitio? Panamá era un país con un clima envidiable, gente amable, buenos colegios para Song y, sobre todo, unas autoridades poco dispuestas a hacer preguntas a quien llegaba allí con el dinero por delante. Todo encajaba, aunque, ¿por qué entonces tenía la sensación de que no era una decisión acertada? Quizá debería pensarlo mejor y postponer la idea por un tiempo.

El sonido del teléfono móvil interceptó el hilo de mis pensamientos devolviéndome de golpe a la realidad que me rodeaba. Me bastó una rápida ojeada a la pantalla del aparato para comprobar la identidad de la persona que llamaba. ¡Santo Dios, era Rebecca! Durante semanas había esperado una llamada por su parte hasta que me di por vencida tratando de convencerme a mí misma de que el agua y el aceite no eran buena combinación.

Misión Pantera (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora