REBECCA.
Empezaba a sospechar que aquella idiota se burlaba de nosotros. ¿De verdad había ido a París a encargarse unos trajes a medida de no sé qué firma?, ¿esa era su famosa reunión? Algo no cuadraba.
Habíamos regresado a Madrid la tarde anterior tras dedicar el último día del viaje a visitar el Louvre sin que Sarocha hubiese realizado ningún tipo de movimiento mínimamente sospechoso. El comisario estaba furioso por la falta de resultados de una operación tan costosa en medios y esfuerzo, aunque yo estaba decidida a ir esa misma noche a aquel despacho que tan celosamente permanecía cerrado bajo llave y hacer una copia del disco duro del ordenador. Con suerte habría pistas sobre la fortuna que Sarocha debía de tener oculta en paraísos fiscales, el único motivo por el que, quizás, pudiesen inculparla.
Pasé el día en compañía, casi exclusivamente, de una Song que se negaba a quitarse el disfraz de Darth Vader traído de París mientras perseguía a enemigos imaginarios con su espada láser. Sarocha se había ido a comer a casa de Heng, y no había dado señales de vida en toda la tarde. ¿Qué estarían tramando esos dos? Cuando por fin regresó, horas después, se encargó ella misma de preparar la cena a la niña y de acostarla tras contarle un larguísimo cuento. Debía reconocer que, sorprendentemente, era buena madre. De nuevo sentí cierto remordimiento por lo que tenía planeado hacer, pero de inmediato recordé cual era mi deber. No era asunto mío lo que pudiese ocurrir después.
Me acosté en la cama sin desvestirme, esperando nerviosa a que pasaran las horas hasta que la vivienda estuviese en silencio y Sarocha durmiera. Las primeras horas del sueño suelen ser las más profundas, por lo que había decidido ejecutar el plan entre las dos y las tres de la madrugada. Sabía que Héctor y Raúl pasaban la noche en el bungalow de invitados ubicado en la parte trasera del jardín, lo que era de lo más tranquilizador. No sé si me hubiese atrevido a hacer algo con esos dos sueltos por la casa.
El reloj parecía inmóvil. Cada segundo se prolongaba como si fuera un minuto y cada minuto se hacía eterno. El tiempo se convirtió en un enemigo que se burlaba de mi impaciencia. Me sentí atrapada en un bucle infinito hasta que, por fin, dieron las dos y media de la madrugada. Había llegado el momento. Salí de mi habitación en absoluto silencio y me encaminé hacia
las escaleras con paso sigiloso. La oscuridad de la noche se cernía sobre cada rincón de la casa mientras la tenue luz de la luna se filtraba tímidamente por las ventanas proyectando sombras fantasmales en las paredes.
Avancé despacio, sin hacer más ruido que el leve y casi imperceptible crujir de la tarima de madera bajo mis pies descalzos. Mis ojos se acostumbraron gradualmente a la penumbra, lo que me permitió ver la casa de una manera diferente, como si estuviera sumergida en un mundo secreto y desconocido. Respiré con alivio cuando conseguí llegar a mi destino. De momento todo iba bien, aunque ahora vendría lo más complicado. Un pequeño ruido proveniente del piso de arriba me puso en alerta de forma instantánea. Me quedé inmóvil casi sin respirar, a la espera de acontecimientos, pero transcurridos unos minutos todo seguía en calma. Falsa alarma.
Abrí la puerta del despacho tras forcejear con ella durante unos minutos gracias al pequeño juego de ganzúas que tenía escondido en un compartimento oculto de la maleta y entré cerrando silenciosamente tras de mí. Después me senté tras el escritorio y encendí el ordenador. En seguida comprobé que tenía clave de acceso, por supuesto, por lo que extraje de mi mochila el programa preparado expresamente para la misión por el departamento informático de la policía y seguí las instrucciones facilitadas por el ingeniero jefe al respecto. Tardé unos minutos en descifrar la contraseña y acceder a los datos del ordenador. Había infinidad de archivos y me llevaría un rato copiarlos todos. ¿Serviría alguno para el fin que buscaba el comisario? Imposible saberlo en ese momento. Además, esa no era mi labor.
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Misión Pantera (Freenbecky)
FanfictionRebecca es una joven oficial de policía con grandes aspiraciones, apasionada por su labor y con un firme código moral fundamentado en el respeto hacia la ley y la justicia. Su vida da un giro inesperado cuando acepta una misión encubierta que la lle...