REBECCA.
– Que sí, mamá, ¡que estoy bien! Ya te he dicho que estoy haciendo méritos para ascender a subinspectora y últimamente no tengo mucho tiempo para devolver las llamadas – traté de excusarme, una vez más, intentando aplacar la justa ira de mi madre. Irin, sentada frente a mí en aquella terraza del puerto marítimo de Mallorca, esperaba pacientemente a que terminara la llamada mientras daba buena cuenta de su refresco.
– Pues hija, ya nos contarás qué es eso tan importante que estás haciendo como para olvidarte así de tus padres... – replicó mi madre en tono airado a través de la línea telefónica. En el fondo me sentía un poco culpable. Últimamente los tenía algo relegados de mi vida.
– ¡Pero si no me he olvidado de nadie, mamá! No dramatices, por favor.
– Que sepas que tu padre está muy disgustado contigo. Primero, dejas las oposiciones, después te metes a policía, luego te vas de Madrid y ahora, hablar contigo por teléfono es casi una odisea.
– Te prometo que estaré más atenta al móvil y que os iré a visitar en breve
– ofrecí haciendo caso omiso a todas las recriminaciones que, increíblemente, había sido capaz de juntar mi progenitora en una sola frase.
– De todas formas, creo que vamos a ir a verte en agosto. Tu padre ya está mirando hoteles por la costa de Palma.
– ¿En agosto? – repetí alarmada. – No es buena idea, mamá. Es mejor que vaya yo a Madrid en septiembre, tal y como habíamos quedado – dije rápidamente. Solo me faltaba seguir infiltrada en casa de Sarocha Chankimha con mis padres sueltos por la isla. – Además, en agosto no voy a tener vacaciones. Estaré ocupadísima.
– Bueno, hija, pero tendrás los fines de semana libres, ¡digo yo!
Al final me iba a hacer confesar que estaba trabajando en una misión de incógnito, lo que prefería evitar a toda costa; no me apetecía preocupar a mis queridos y cargantes padres.
– Mamá, hablamos mejor más tarde, que he quedado y me están esperando, ¿de acuerdo?
– ¿Y con quién has quedado? – escuché que preguntaba tratando de abrir otra línea de conversación.
– Mamá, no puedo seguir hablando ahora. Dale un beso a papá y dile que os llamo esta noche.
– ¡No me has contestado...!
– Adiós mamá. Hablamos luego – me despedí antes de colgar el aparato como si de pronto me estuviese quemando la mano. Sabía que mi madre era capaz de alargar la conversación hasta el infinito y que la única forma de finalizar la llamada era a la fuerza.
– Deberías explicarles que estás en una misión especial – dijo Irin acercándome el platito repleto de frutos secos que nos había traído minutos antes el camarero.
– No quiero preocuparles. Además, mi padre sería capaz de tirar de contactos para averiguar en qué estoy metida, y no creo que eso le gustase demasiado al comisario.
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Misión Pantera (Freenbecky)
Fiksi PenggemarRebecca es una joven oficial de policía con grandes aspiraciones, apasionada por su labor y con un firme código moral fundamentado en el respeto hacia la ley y la justicia. Su vida da un giro inesperado cuando acepta una misión encubierta que la lle...