Hollow Knight - La Última Guardiana T1 y T2

Capítulo 53: Un Susurro en el Jardín

Elyra caminaba por las calles del pueblo, rodeada de los murmullos y sonrisas de aquellos a quienes iluminaba con su luz. Como Luminaria del Alba, su deber era llevar esperanza y alegría a todos, pero en su corazón había un anhelo más profundo: el deseo de compartir momentos a solas con Caelum. Desde que él había entrado en su vida, una conexión especial había crecido entre ellos, y cada instante juntos se sentía como un regalo.

Después de cumplir con sus obligaciones, Elyra decidió que era el momento perfecto para buscar a Caelum y pasar tiempo a solas. Lo encontró en una de las plazas, donde el brillo de su armadura reflejaba la luz del sol.

—Caelum, ¿te gustaría acompañarme a los jardines de la reina? —preguntó, su voz suave y esperanzada.

Caelum asintió, y juntos se dirigieron al jardín, un lugar lleno de recuerdos y belleza. Al llegar a la tumba de la reina, Elyra se detuvo, admirando la lápida adornada con intrincados grabados. Su corazón latía con respeto por la historia que allí yacía.

—Mira, Caelum —dijo Elyra, agachándose para observar—. Hay una flor que nunca había visto antes. Es tan delicada... brilla como si tuviera vida propia.

Mientras tocaba suavemente la flor, Caelum la miró, sintiendo cómo su rostro se iluminaba con admiración. En ese instante, comprendió que esa flor era un símbolo de la conexión que compartían.

—Es hermosa —respondió Caelum, notando el brillo en sus ojos—. Pero es mejor dejarla aquí, en honor a la reina.

Elyra asintió, sonriendo con tristeza al dejar la flor en su lugar. Pero Caelum guardó ese momento en su memoria, sintiendo que la belleza de la flor merecía ser recordada.

Más tarde, mientras Elyra se retiraba a su alcoba para descansar, Caelum se encontró en un dilema. Su deber como guardián era permanecer fuera de su habitación, pero algo dentro de él lo impulsó a actuar de manera diferente. Había pasado las últimas noches buscando en la biblioteca de su padre respuestas sobre el conjuro que podría proteger a Elyra de la oscuridad, y aunque había sido un desafío, había aprendido algo valioso: la importancia de esos pequeños momentos juntos.

—Voy a hacer una excepción —se dijo a sí mismo, sintiendo la determinación crecer dentro de él.

Decidido, se dirigió al jardín y comenzó a recolectar algunas de las flores delicadas que había visto antes. Cada una era un recordatorio de la luz que Elyra traía a su vida. Con las flores en mano, se dirigió hacia la alcoba, buscando el ventanal que daba a su habitación.

—Debo ser sigiloso —murmuró mientras trepaba con agilidad, llegando a la ventana que se abría hacia el mundo exterior.

Una vez en el interior, colocó las flores cuidadosamente junto a la cama de Elyra. Luego, se retiró un poco, sintiendo cómo la imagen de ella dormida llenaba su corazón de calidez. Se quitó el casco, dejando al descubierto su rostro, y no pudo evitar mirarla con admiración.

—Eres increíble, Elyra —susurró, sintiendo que el tiempo se detenía.

Impulsado por un deseo que nunca antes había experimentado, se acercó a ella y, con un gesto torpe pero lleno de ternura, presionó sus labios contra los de ella. Fue un beso suave, lleno de emoción. Aunque Elyra seguía dormida, sus labios murmuraron su nombre en un susurro.

—Caelum...

El sonido de su nombre en sus labios hizo que su corazón se acelerara. Era como si todo su ser se llenara de luz y esperanza. Sin embargo, al retirarse, supo que debía ser consciente de lo que estaba en juego.

Mientras contemplaba el rostro sereno de Elyra, una mezcla de emoción y preocupación lo invadió. Su misión de protegerla era más que un deber; era una promesa, y en ese instante, se comprometió a hacer todo lo posible para mantenerla a salvo. Ella era la luz en su vida, y estaba decidido a encontrar el conjuro que la protegería, no solo de las sombras del mundo exterior, sino también de las oscuras profundidades de su propio destino.