Nox avanzaba a duras penas por el denso follaje del Sendero Verde. Sus heridas, tanto físicas como mentales, lo debilitaban con cada paso. La sensación de peligro aún persistía, pero el agotamiento lo vencía lentamente.
—Necesito... descansar —murmuró Nox para sí mismo, con la respiración entrecortada.
El verdor a su alrededor contrastaba de manera profunda con los desolados y corruptos paisajes de los Cruces Olvidados. El aire aquí estaba lleno de vida, aunque también de peligro. Los caminos serpentean de maneras extrañas, y aunque Nox intentaba mantenerse alerta, sentía cómo su visión empezaba a nublarse. Había perdido demasiada energía.
—Tengo... que seguir... —repitió, aunque sus fuerzas lo abandonan lentamente.
Entonces, una figura familiar surgió entre las hojas. Cornifer, el despreocupado cartógrafo, alzó la vista de sus pergaminos.
—¡Ah, hola de nuevo! —dijo Cornifer, guardando su pluma en un pequeño bolsillo—. ¿No crees que esta zona crea un cierto contraste con los Cruces? Un lugar tan húmedo y lleno de vida.
Nox se detuvo frente a él, agotado. No podía responder de inmediato, simplemente asintió levemente mientras trataba de recuperar el aliento.
—Los caminos aquí tuercen y giran de las formas más maravillosas, ¿no crees? —continuó Cornifer, ajeno al estado de Nox—. Hice lo mejor que pude para cartografiar la zona de adelante, aunque debo admitir que algunos de los habitantes resultaron bastante molestos.
Mientras hablaba, Cornifer levantó su mapa y se lo mostró a Nox, señalando las rutas que había trazado.
—Deberías tener cuidado por aquí. Aunque es un lugar hermoso, no está exento de peligros. —dijo con su habitual alegría, pero su expresión cambió al ver el estado de Nox.
Nox intentó mantener la compostura, pero su cuerpo ya no respondía. El dolor de las heridas, el cansancio acumulado y el impacto del combate habían sido demasiado. Su visión comenzó a oscurecerse, y por más que intentaba resistir, sintió cómo sus piernas cedían bajo su propio peso. Con un suspiro ahogado, cayó de rodillas, sus manos apenas alcanzando el suelo antes de que todo se volviera negro.
—¡Oh! —exclamó Cornifer, dejando caer su mapa mientras corría hacia Nox—. ¡Vaya, parece que estás en muy mal estado!
Cornifer se agachó a su lado, revisando rápidamente las heridas visibles en el cuerpo de Nox. El cartógrafo, aunque no era un guerrero ni un sanador, sabía lo suficiente como para darse cuenta de que el joven receptáculo estaba al borde del colapso.
—¡Esto es grave! —dijo Cornifer con preocupación—. No puedes quedarte aquí.
Cornifer, alarmado, lo sujetó como pudo y comenzó a llevarlo a Bocasucia, decidido a salvar al joven explorador.
—Te llevaré a Bocasucia. Allí podrás descansar. Iselda podrá ayudarte —dijo, aunque Nox no podía escucharlo.
Con Nox sobre sus hombros, Cornifer comenzó su viaje de regreso. El Sendero Verde, que antes le había parecido un lugar lleno de maravillas y misterios, ahora se sentía como un laberinto interminable de caminos retorcidos. Pero no iba a dejar que el cansancio lo detuviera. Mientras avanzaba, murmuraba para sí mismo, buscando mantener el ánimo alto.
—No te preocupes, joven explorador —dijo con una sonrisa cansada—. Bocasucia no está tan lejos... lo conseguiremos.
Los minutos se convirtieron en horas mientras Cornifer atravesaba la vegetación densa, siguiendo los caminos que él mismo había trazado con tanto esfuerzo. A cada paso, sentía el peso de Nox sobre sus hombros, pero no se detuvo. Sabía que si no llegaban a Bocasucia pronto, las heridas del joven podrían empeorar.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, las formas familiares de los edificios de Bocasucia comenzaron a asomarse entre la niebla. La pequeña ciudad, aunque silenciosa y casi vacía, era un lugar de seguridad comparado con las peligrosas zonas que Nox había atravesado.
Cornifer, jadeando y sudoroso, finalmente llegó a la entrada de la tienda de mapas donde su esposa, Iselda, esperaba. Con cuidado, bajó a Nox de su espalda y lo apoyó contra la pared antes de entrar rápidamente.
—¡Iselda! —llamó—. ¡Necesito tu ayuda!
La figura de Iselda apareció en la puerta, su expresión seria al ver a su esposo en tal estado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, aunque ya podía imaginarse la respuesta al ver el cuerpo de Nox desplomado junto a la entrada.
—Lo encontré en el Sendero Verde, herido... está mal, Iselda. No podemos dejarlo así.
Iselda asintió y, con un movimiento rápido, salió de la tienda y ayudó a Cornifer a llevar a Nox dentro. Lo colocaron sobre una pequeña cama en la parte trasera de la tienda, donde el joven receptáculo descansaría.
—Hizo bien en traerlo aquí, querido —dijo Iselda mientras comenzaba a examinar las heridas de Nox—. Necesita tiempo para recuperarse.
Cornifer, aunque cansado, sonrió al ver que Nox estaba en un lugar seguro. Había cumplido su parte, y aunque el joven receptáculo había caído, sabía que se levantaría de nuevo.
—Descansa, joven explorador —murmuró Cornifer mientras se sentaba cerca de la puerta, dejando que el silencio de Bocasucia los envolviera.
Nox, aún inconsciente, permanecía inmóvil, pero su batalla interna no había terminado.

ESTÁS LEYENDO
Hollow Knight - La Última Guardiana T1 y T2
FanfictionEste fanfic toma inspiración del universo de Hollow Knight, pero no sigue el lore oficial del juego. Aquí, la Vasija Pura será llamada Caelum, y Elyra será el nombre de la protagonista. Los eventos y detalles de los personajes han sido reimaginados...