nineteen

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« 𝘆𝗼𝗿𝗶𝗶𝗰𝗵𝗶 & 𝘀𝘂𝗺𝗶𝘆𝗼𝘀𝗵𝗶 »


☼✧ ¿Qué es la felicidad? ✧☼



Si mal no recordaba, su recuerdo más antiguo era el estar junto a su madre mientras ella rezaba a la diosa Amaterasu frente al altar en la habitación privada que ella misma había decorado. Probablemente tenía cuatro años en ese momento, por lo que no entendía qué es lo que estaba haciendo su madre, pero sabía que no debía interrumpirla, ya que se veía muy concentrada en lo que hacía.

Después de rezar, su madre se giró hacia él, sonriéndole cálidamente mientras estiraba sus brazos a su dirección, indicándole silenciosamente que se acercara a ella.

Él, obedientemente, se arrastró hacia ella apoyándose con sus rodillas, hasta que finalmente su madre lo abrazó. Su mejilla quedó recostada sobre el pecho de ella, mientras pequeños ronroneos nacían de su garganta; también, feromonas de jazmín marcaban todo su cuerpo para protegerlo, reconociéndolo como su cachorro. Ella jamás olía como su padre, siempre tenía su aroma omega característico a pesar de tener una marca decorando su cuello.

"-Mi Yoriichi, mi lindo cachorro. -Ella arrulló separándose de su abrazo cariñoso. -Tengo algo para ti".

Solo pudo quedarse mirándola. Yoriichi se sentía mal por su incapacidad para hablar, incluso a su corta edad; deseaba poder hacerlo y responderle a su madre.

Su madre sacó del bolsillo de la manga de su kimono una caja de madera pequeña, la abrió con tanta delicadeza, revelando dos pendientes con decorados hanafuda impresos en ellos. Él los tomó con la misma delicadeza con la que su madre se los entregaba, sabiendo que era importante para ella y no quería dañarlos.

"-Son para tus orejas. -Ella explicó. Su mano apuntó a su propia oreja donde decoraba una linda perla. -Así como yo tengo unos. Tendremos que perforarlas para que puedas usarlos, pero seré cuidadosa. ¿Sí?".

Ella acarició su mejilla de manera cuidadosa, casi como si temiera romperlo.

"-Nunca haría algo que te hiciera daño, mi niño".

Su madre volvió a tomar los pendientes, agarrando uno en cada mano. Los posó encima de sus orejas, el tintineó de estos de madera chocando le hicieron entender que ella misma los había fabricado.

"-Ruego a los dioses, especialmente a la diosa Amaterasu, para que su luz brille en tus oídos y te brinden la capacidad de escuchar. -Dijo. -Por eso, quiero regalarte estos talismanes, para que la diosa sepa donde debe iluminar, y así finalmente, te bendiga."

Se sintió realmente mal porque él no estaba sordo, solo no tenía la capacidad de hablar. Sin embargo, nadie sabía eso. Y tampoco sabía escribir como para hacerle saber una cosa de esa magnitud.

"-Te amo, mi lindo cachorro. -Ella volvió a abrazarlo con todas sus fuerzas. -Nunca creas que no eres un niño amado. Tú madre te ama y siempre estará para ti".

A esa corta edad, no entendía muy bien las emociones de las personas.

Se sentía culpable cuando todos pensaban que era sordo, se sentía triste al ver a su padre ser tan estricto con su hermano mayor y se sentía confundido cuando su padre lo veía de reojo mientras le dedicaba una mueca de enojo.

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⏰ Última actualización: Oct 21 ⏰

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una segunda oportunidad para hacer las cosas bien ⋆⌇ 𝘺𝘰𝘳𝘪𝘪𝘴𝘶𝘮𝘪¡!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora