Cinco años después de Amanecer, las cosas parecen ir relativamente bien tanto para la familia Cullen como la manada de los Quileute.
Sin la amenaza constante de Aro y el resto del clan Vulturi, se podía respirar la paz y la calma en el ambiente.
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Caminaron por el pequeño sendero del bosque que daba de casa de los Black hasta First Beach. Las nubes empezaban a cerrar filas en el cielo, haciendo que las aguas del océano se vieran más oscuras de lo que ya eran y provocando que la temperatura descendiera aún más, prueba de que el invierno estaba a tan solo unos meses de caer.
Embry no emitió palabra alguna mientras caminaban hacia el norte entre las rocas de múltiples tonalidades. Noah lo siguió bien de cerca, manteniendo las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta.
Empezaba a desesperarse y sentirse incómoda debido a la extraña compañía, y en cierto momento, llegó incluso a extrañar tener la ruidosa presencia de Seth con ella, quien seguramente iría contándole cualquier tipo de dato interesante o curioso acerca de lobos e incluso de vampiros.
Cuando el silencio se hizo realmente incómodo como para continuar, la chica decidió que tal vez lo mejor sería que ella iniciara la conversación. Pero finalmente, su acompañante abrió la boca y dijo:
— Voy a ser sincero. — Noah no se giró para mirarlo directamente, pero claramente pudo notar que esta situación lo ponía tan incómodo como a ella —. La verdad es que los chicos me enviaron a hablar contigo sobre lo de Seth, porque aparentemente creen que, de entre todos, yo soy el más tranquilo y al que probablemente le harías más caso.
A pesar de que Noah ya se imaginaba cuál era la razón por la que el joven había ido a verla en primer lugar, de todas formas se sintió agradecida de que fuera sincero con ella.
— Bueno, gracias por ser sincero — le dijo.
Embry le dio un asentimiento y volvieron a quedarse en silencio.
Se metieron entre el montón de madera que había esparcidas a lo largo de la orilla. Embry se dejó caer sobre un enorme trozo de madera que se encontraba sobre la arena, y le hizo una seña a Noah, indicándole que también se sentara. La chica obedeció y volvieron a quedarse en silencio observando como las olas del mar golpeaban la arena de la playa.