capitulo 47

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Vasilisa.

Entrar al sexto mes de embarazo me ha hecho darme cuenta de lo rápido que mi cuerpo está cambiando. Me siento agotada, mucho más de lo que esperaba. Al bajar la mirada, noto mis pies hinchados y un dolor sordo recorre mi espalda. Acaricio mi vientre, que ahora es una curva pronunciada, y pienso en cómo serán los próximos meses si ya ahora siento que no puedo más.

Demon se remueve en mis brazos, buscando ser alimentado. Lo coloco con cuidado y comienza a amamantarse, su pequeño cuerpo acurrucado contra mí. Sin embargo, me doy cuenta de lo sensibles que están mis senos, más grandes incluso a pesar de que lo alimento cada día. El dolor de mis pechos me recuerda lo mucho que ha cambiado mi cuerpo en tan poco tiempo.

Suspirando, recuesto mi cabeza en el sofá y cierro los ojos, tratando de ignorar los latidos de cansancio en mi espalda y los pinchazos en mis pies. Es entonces cuando siento un peso familiar en el asiento a mi lado.

Antoni se ha sentado junto a mí, con esa mirada profunda que siempre me hace sentir observada en cada detalle. Sin decir nada, comienza a masajear mis pies, y no puedo evitar suspirar de alivio al sentir el calor de sus manos deslizándose sobre mi piel tensa.

-Me duele la espalda... y los senos también -murmuro, sin siquiera abrir los ojos. Su toque siempre logra relajarme.

-He notado cómo están más grandes -dice, con ese tono suyo entre divertido y posesivo.

-Sí -respondo, mirando hacia abajo-. A pesar de que le doy a Demon, siguen creciendo.

Antes de que pueda seguir quejándome, siento cómo se levanta, moviéndose con esa facilidad felina que siempre lo ha caracterizado. Se coloca detrás de mí, y con manos seguras, comienza a masajear mi espalda con firmeza, sus dedos presionando justo en los lugares donde más lo necesito. Cierro los ojos y dejo escapar un suspiro mientras sus manos hacen su trabajo.

-Te estás tomando demasiado en serio lo de ser esposo -bromeo, aunque mi cuerpo se derrite bajo su toque.

El no responde, solo sigue deslizándose por mi espalda hasta llegar a mis senos, que acaricia con una delicadeza que rara vez usa. Intento no tensarme, pero la combinación del dolor y su toque suave me deja sin palabras por un momento.

-Si te duele algo más dime-murmura.

Demon está jugando en el suelo cuando, de repente, levanta la mirada hacia nosotros.

-Mamá... Papá.

Es la única cosa que dice, pero me hace sonreír. Aunque apenas tiene 10 meses, ya se siente como un pequeño ser lleno de vida y amor. Me vuelvo hacia Antoni, sintiendo un nudo en el pecho al ver cómo observa a nuestro hijo con tanto orgullo.

-¿Crees que Demon está muy grande? -le pregunto, alzando una ceja.

-Sí -responde, su tono grave y serio, pero con un destello de humor en sus ojos.

Empiezo a recordar el día en que encontré a Demon en aquel callejón bajo la nieve. Siento que mi corazón se hundió en ese momento. Era un pequeño ser tan vulnerable, y al pasar los días, una conexión se formó entre nosotros. Él lloraba cuando no lo tenía en mis brazos, y yo sabía que no podía dejarlo ir.

-Cambie mi rutina por él. Convirtí nuestra casa en mi estudio.

Él simplemente me mira, como si cada palabra que digo tuviera un peso especial.

-Al principio, mis padres se mostraron reacios a la idea de que adoptara y fuera madre soltera. Pero a mí no me importó. Lo adopté a pesar de que, en realidad, tú eras su tutor en ese momento.

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