Capítulo 27

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La tarde en los jardines de la Fortaleza Roja era tranquila, el aire suave y el cielo teñido de un delicado azul. Las tensiones que se cernían sobre el reino parecían quedar lejos de la burbuja en la que Anne y Gwayne se encontraban. Mientras las intrigas y preocupaciones crecían en la corte, ellos disfrutaban de la paz momentánea que ofrecía el jardín, alejados del bullicio y los planes que tejían los más poderosos.

Gwayne y Anne estaban sentados bajo la sombra de un gran árbol, hablando de temas triviales, de recuerdos, de momentos compartidos y sueños futuros. Gwayne, quien hasta entonces había mantenido sus sentimientos bajo control, observaba a Anne mientras ella hablaba con esa naturalidad que siempre lo desarmaba. Su cabello oscuro caía sobre sus hombros, y sus ojos oscuros brillaban al hablar, aunque su expresión siempre tenía un aire de misterio.

A lo lejos, las aves cantaban, y la brisa mecía las hojas de los árboles, pero Gwayne apenas podía concentrarse en otra cosa que no fuera ella. El caos que rodeaba la Fortaleza Roja parecía inexistente en ese instante. Las tensiones con su padre, las preocupaciones sobre el futuro, la inevitable caída del rey Viserys… todo se desvanecía cuando estaba con Anne. Y en ese momento, después de meses de incertidumbre y de sentimientos no confesados, Gwayne sintió que no podía seguir conteniendo lo que llevaba guardando tanto tiempo.

Mientras Anne hablaba, Gwayne se inclinó ligeramente hacia ella, su mirada fija en su rostro. Ella notó el cambio en su expresión y guardó silencio, girándose para enfrentarlo con curiosidad.

—Anne —dijo Gwayne, su voz suave pero cargada de emoción—No puedo seguir ocultándolo más.

Anne lo observó en silencio, su semblante serio pero atento. Sabía lo que estaba a punto de suceder, lo había sentido durante semanas.

—He intentado, lo juro. Intenté dejar de pensar en ti… Pero es imposible.—Los ojos de Gwayne, generalmente llenos de una calma imperturbable, estaban ahora cargados de vulnerabilidad—Anne, te amo.

La confesión flotó en el aire entre ellos, rompiendo el silencio que se había instalado en el jardín. Anne, quien por tanto tiempo había mantenido sus emociones bajo control, sintió su corazón latir con fuerza. Siempre había sabido lo que sentía por Gwayne, pero haber escuchado esas palabras de su propia boca despertó algo en ella, algo que había intentado enterrar.

—¿Te casarías conmigo, Anne? —preguntó Gwayne, con el mismo tono de sinceridad—No me importa lo que piensen nuestros padres, ni las intrigas, ni los juegos de poder. Quiero estar contigo, y solo contigo, por el resto de mi vida.

Anne lo miró fijamente, procesando sus palabras. El tiempo pareció detenerse mientras sus ojos se encontraban, y por un momento, todo el peso de las intrigas de la corte, las demandas de su padre, las expectativas de todos a su alrededor… desaparecieron.

La propuesta que tanto había deseado escuchar estaba ahí, frente a ella, y la calidez que inundaba su pecho era imposible de ignorar. Aunque Anne se había vuelto más astuta y calculadora, y aunque había aprendido a controlar sus emociones en la corte, no podía negar lo que sentía por Gwayne.

Finalmente, después de unos largos segundos de silencio, Anne sonrió suavemente. Se inclinó hacia él, colocando una mano sobre la suya, y con una voz apenas audible, respondió:

—Sí, Gwayne. Me casaré contigo.

La tensión que había estado en el rostro de Gwayne se desvaneció al instante, siendo reemplazada por una mezcla de alivio y alegría. Por un momento, ambos se quedaron allí, en silencio, asimilando la realidad de lo que acababa de suceder. Anne no solo había aceptado la propuesta, sino que, por primera vez en mucho tiempo, se permitía ser vulnerable, dejar que el amor que sentía por él la guiara.

Gwayne, aún sintiendo la emoción en su pecho, vaciló por un instante. Podía escuchar su propio corazón acelerado mientras su mirada recorría el rostro de Anne, quien no apartaba los ojos de él. El momento era perfecto, y todo lo que había reprimido durante tanto tiempo, todas las veces que había soñado con este instante, finalmente estaba a su alcance.

Sin más preámbulos, Gwayne se inclinó hacia ella, acercando sus labios a los de Anne con una mezcla de nervios y determinación. Sus manos temblaron ligeramente al posarse en su mejilla, y entonces, finalmente, la besó.

El beso fue suave al principio, lleno de esa tensión contenida que ambos habían guardado durante años, pero poco a poco, la intensidad creció. Anne, que tantas veces había mantenido sus emociones bajo control, sintió cómo todo lo que había reprimido salía a la superficie en ese instante. Correspondió con la misma pasión, permitiendo que Gwayne sintiera lo real y genuino de sus sentimientos, alejados de los juegos de poder y manipulaciones que tanto habían marcado sus vidas.

El tiempo parecía detenerse mientras se perdían en el beso, entregándose el uno al otro de una manera que las palabras no podían expresar. Para Anne, aquel gesto era la respuesta definitiva a las dudas que podía haber tenido. No estaba jugando, no lo hacía por la ambición de su padre o las intrigas de la corte. Lo hacía porque su corazón, que había guardado ese amor en secreto durante tanto tiempo, finalmente encontraba el momento para liberarse.

Gwayne, por su parte, sentía que todo lo que había anhelado, todo lo que había guardado en lo más profundo de su ser, se confirmaba en ese beso. No había marcha atrás, ya no existía espacio para dudas ni miedos. Anne sentía lo mismo que él, y eso era lo único que importaba en ese momento.

Cuando finalmente se separaron, ambos permanecieron en silencio, sus frentes tocándose, respirando el mismo aire, aún con la conexión intacta. Gwayne la miró a los ojos, esos ojos oscuros que tanto lo fascinaban, y supo con certeza que no habría nada ni nadie que los separara.
Anne sonrió suavemente, dejando de lado cualquier máscara de frialdad, permitiendo que el amor que sentía por él, el amor que había guardado durante tanto tiempo, se reflejara en su rostro.

—Tú ...—susurró Gwayne, aún sin apartarse de ella—...tú eres a quien siempre he deseado, mi dulce Anne.

Anne le sonrió con dulzura, sin decir una palabra, porque sabía que no hacía falta. Los dos estaban allí, en ese momento, juntos. Y nada, ni las intrigas de la corte, ni los planes de sus familias, podría separarlos.

La Conspiración de las Rosas [Gwayne Hightower X OC] [House Of The Dragon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora