La Conspiración de las Rosas [Gwayne Hightower X OC] [House Of The Dragon]

Capítulo 10 (Parte I)

[Cómo este capítulo me quedó demasiado largo y llegué al límite de caracteres admitido por Wattpad, lo tuve que dividir en dos partes. Aprovecho, para agradecer a todos quienes están leyendo ésta historia. ¡Gracias por votar y comentar! Lo aprecio mucho y me motiva a seguir con la historia.]

La noche de la celebración finalmente había llegado, y la Fortaleza Roja resplandecía con un brillo que pocas veces se veía. Las grandes puertas del salón del trono se abrieron para recibir a la corte, y todos los presentes lucían sus mejores ropas, haciendo alarde de las finas sedas, bordados dorados, y joyas que relucían bajo la luz de los candelabros y antorchas que iluminaban la estancia.

El banquete era una muestra de la riqueza y el poder de la Casa Targaryen, con largas mesas repletas de exquisitos manjares. El vino fluía libremente, llenando copas doradas, mientras los músicos tocaban melodías que resonaban suavemente en el fondo, añadiendo un toque de elegancia a la velada. Todo estaba dispuesto para honrar a la reina Alicent y la noticia de su cuarto hijo, y la atmósfera estaba cargada de emoción y expectativa.
Entre los presentes, una figura destacaba por encima del resto, causando murmullos y miradas sorprendidas a medida que avanzaba hacia el salón principal: la princesa Rhaenyra Targaryen, acompañada de su esposo, Laenor Velaryon. La llegada de Rhaenyra, heredera al trono, fue una sorpresa inesperada para muchos, ya que su relación con la reina Alicent había estado marcada por la tensión en los últimos años. Sin embargo, más que su presencia, lo que realmente causó conmoción fue la notable ausencia del príncipe Daemon Targaryen, cuyo carácter impredecible siempre generaba controversia.

Mientras la princesa y su esposo tomaban sus asientos, las conversaciones en el salón se reanudaron, aunque el aire estaba impregnado de curiosidad y cierta incomodidad. Los asistentes no podían evitar preguntarse qué significaba la presencia de Rhaenyra en un evento organizado en honor a la reina Alicent, y más aún, qué implicaba la ausencia de Daemon.

La entrada de Anne al salón fue un momento que nadie en la corte pudo ignorar. La luz de los candelabros y antorchas que iluminaban el vasto salón se reflejaba en el dorado de su vestido, creando un halo resplandeciente a su alrededor. El vestido, confeccionado con la más fina seda dorada, caía suavemente sobre su figura, esculpiendo cada curva con elegancia. Bordados delicados de hilos dorados y perlas adornaban la tela, creando un efecto de luces y sombras que parecía bailar con cada paso que daba.

Su cabello, recogido en un delicado peinado que dejaba al descubierto su delicado cuello, estaba adornado con pequeñas flores de oro, mientras que una delgada cadena de oro con un zafiro colgaba en su cuello, atrayendo la mirada hacia el escote sutilmente pronunciado. Pero lo que más destacaba eran sus ojos, negros e intensos, que contrastaban con el resplandor dorado de su atuendo. Esos ojos, profundos como la noche, observaban con calma la multitud mientras avanzaba hacia su lugar en la mesa principal, acompañada por su padre, Lord Gerald Tyrell.

A medida que Anne cruzaba el salón, un murmullo suave se extendió entre los asistentes. Hombres y mujeres por igual se detenían a admirar su porte y elegancia, su belleza destacando incluso en un salón lleno de nobleza y realeza. Pero para Anne, solo importaban dos miradas en particular: la de Gwayne Hightower y la de Floris Baratheon.

Gwayne, que hasta ese momento había estado sumido en conversación con un grupo de caballeros, sintió un tirón en el corazón al verla. Sus ojos se encontraron con los de Anne, y por un breve instante, el bullicio del salón pareció desvanecerse. La imagen de Anne, resplandeciente en oro, le recordó la primera vez que la había visto, y sintió una oleada de nostalgia mezclada con un renovado interés. Aunque Floris había capturado su atención en los últimos días, en ese momento, Anne se destacó como una joya rara, y Gwayne no pudo evitar preguntarse cómo había permitido que se distanciara.