Después del nacimiento de Daeron, Gwayne se sintió cada vez más distante de Floris. Aunque la corte celebraba con júbilo la llegada del nuevo miembro de la familia real, él no podía evitar sentir que algo dentro de sí se apagaba con cada paso que daba en dirección opuesta a Anne.
En sus momentos de soledad, se encontraba reflexionando sobre la distancia que había crecido entre él y Floris. Había un tiempo en que consideraba que el matrimonio con ella sería lo más conveniente para su futuro, pero aquellos sentimientos habían sido barridos por la fuerza abrumadora de su amor por Anne. Mientras caminaba por los pasillos de la Fortaleza Roja, su mente se llenaba de recuerdos de los momentos compartidos con Anne: las conversaciones secretas, las miradas cómplices, y finalmente, el beso que lo había marcado para siempre.
«Floris es una buena mujer» se decía a sí mismo, «pero no es ella quien habita mis pensamientos, no es a ella a quien mi corazón pertenece.» Sabía que su relación con Floris se había vuelto insostenible, y cuanto más intentaba convencerse de cumplir con su deber hacia la familia, más claro le resultaba que no podría seguir fingiendo.
Gwayne comprendía el peso de las expectativas sobre él, especialmente por ser parte de la familia Hightower. Pero también sabía que su deber ya no era lo único que le dictaba el camino. El recuerdo de Anne lo perseguía, y con cada día que pasaba, la certeza de sus sentimientos por ella se hacía más evidente. "Anne..." murmuró en la soledad de su habitación, consciente de que, al distanciarse de Floris, estaba tomando un riesgo. Pero también sabía que no había vuelta atrás: su amor por Anne era algo que no podía, ni quería, negar más.
Cada día en la corte se volvía más insoportable para Gwayne. La tensión entre él y Floris crecía, y aunque ella sabía que sus intentos eran inútiles, no dejaba de perseguirlo, coqueteando con la esperanza de recuperar su atención. Los pequeños gestos, las sonrisas sutiles y las insinuaciones cada vez más descaradas eran una carga para Gwayne, quien ya no podía fingir interés. Sabía que, por más que ella intentara, sus sentimientos por Anne lo habían alejado irremediablemente de Floris.
Cuando el príncipe Daeron cumplió su sexto día del nombre, la Reina Alicent decidió que era el momento adecuado para enviar a su hijo menor a Oldtown, donde podría criarse bajo el cuidado de la familia Hightower, lejos de la agitación de la capital. Para Gwayne, esta decisión fue una oportunidad perfecta para escapar de la corte y del bullicio constante de Desembarco del Rey. La idea de volver a Oldtown le traía cierto alivio, un lugar donde podría distanciarse de las miradas inquisitivas y los chismes persistentes que se cernían sobre él en cada esquina de la Fortaleza Roja.
Floris, al enterarse de su partida, hizo todo lo posible por reconquistarlo. Lo buscó, intentó convencerlo de quedarse, insistiendo en que aún podían arreglar lo que había entre ellos. Sus palabras, cargadas de desesperación, chocaban con la indiferencia de Gwayne. Aunque su corazón era firme en su decisión, no podía evitar sentir una punzada de compasión por ella.
—Floris, ya no hay nada que pueda retenerme aquí—le dijo con la mirada clavada en el suelo, tratando de no herirla más de lo necesario.
—¿Es por Anne? Han pasado seis años desde que se fue. ¿Aún piensas en ella?—preguntó Floris con la voz cargada de rabia contenida.
Gwayne no respondió directamente, pero el silencio que siguió a sus palabras fue respuesta suficiente.
—No es algo que puedas cambiar, Floris—murmuró finalmente, sin mirarla a los ojos.—Mi camino no está aquí, y tú lo sabes.
A pesar de los intentos de Floris por detenerlo, Gwayne estaba decidido. Ya no podía soportar el peso de las expectativas y los juegos de poder que lo rodeaban en la corte. Su mente estaba clara: volvería a Oldtown, y allí, lejos del ruido y las intrigas de Desembarco del Rey, encontraría el espacio que necesitaba para reflexionar.El viaje a Oldtown le ofreció a Gwayne un respiro de la opresión de la corte y una oportunidad para reflexionar sobre su vida y sus decisiones. Durante los dos años que pasó lejos de King's Landing, Gwayne dedicó su tiempo a explorar nuevas regiones y profundizar en su educación. Oldtown, con su rica historia y vasto conocimiento, proporcionó a Gwayne una perspectiva renovada sobre el mundo y sobre sí mismo.
También dedicó gran parte de su tiempo a concentrarse en sí mismo, intentando encontrar un propósito más allá de las expectativas familiares y las presiones de la corte. Sumido en sus estudios y en sus deberes como guardián del joven Daeron, se alejó de las intrigas palaciegas, refugiándose en la tranquilidad y el conocimiento que Oldtown ofrecía. Sin embargo, no importaba cuánto se esforzara en centrarse en su propio crecimiento, no podía dejar de pensar en Anne.
El recuerdo de la joven Tyrell lo seguía como una sombra persistente. No importaba si estaba en la biblioteca de la Ciudadela, hablando con maestres o caballeros de la casa Hightower, o recorriendo las calles de la ciudad, su mente siempre volvía a ella. El tiempo no había disminuido sus sentimientos; si acaso, los había profundizado. Gwayne no podía olvidar su sonrisa, su dulzura, y la valentía que había mostrado en su último encuentro, enfrentándose a él y a su padre.
Muchas noches, mientras la brisa de Oldtown soplaba a través de las ventanas de su habitación, Gwayne se encontraba mirando el horizonte, preguntándose qué habría sido de Anne. Sabía que ella estaba en Highgarden, pero la distancia hacía que la sintiera más inalcanzable que nunca. A veces, se preguntaba si ella pensaba en él con la misma intensidad con la que él pensaba en ella.
A pesar de la lejanía, Gwayne no podía ignorar la esperanza de un futuro con Anne. Tal vez, pensaba, el tiempo había sanado las heridas entre ellos. Quizás algún día tendría la oportunidad de enmendar su error y demostrarle que sus sentimientos por ella eran reales, mucho más fuertes de lo que él mismo había comprendido en su momento.
El corazón de Gwayne estaba dividido entre el deber y el amor, entre las expectativas de su familia y sus propios deseos. Pero una cosa era cierta: no importaba cuántos kilómetros lo separaran de Anne o cuánto tiempo pasara, ella siempre estaba en su mente.
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La Conspiración de las Rosas [Gwayne Hightower X OC] [House Of The Dragon]
Fiksi PenggemarAnne Tyrell es la joven hija de Gerald Tyrell, quien ambiciona casarla con Gwayne Hightower, hermano de la reina Alicent. A pesar de su belleza, Anne lucha por captar la atención de Gwayne, mientras su padre intenta manipular las intrigas cortesanas...