Capítulo 9

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En las amplias y decoradas habitaciones de Lord Tyrell en la Fortaleza Roja, la atmósfera estaba cargada de tensión y expectativa. Gerald, con el ceño fruncido y los ojos fijos en el fuego que crepitaba en la chimenea, se encontraba de pie, meditando sus próximos pasos.
Mina, Tyland, y Anne estaban sentados en sillones alrededor de la habitación, cada uno inmerso en sus propios pensamientos, pero atentos a las palabras de Gerald.

—El anuncio del rey Viserys sobre su cuarto hijo ha sido una bendición disfrazada—comenzó Gerald, su voz llena de determinación.—Con el banquete que ha decidido organizar en honor a la reina, se nos presenta una oportunidad dorada para rectificar lo que hasta ahora ha salido mal.

Anne, sentada en silencio, sintió una mezcla de culpa y nerviosismo al escuchar a su padre. Sabía que la situación era crítica, y que no había podido cumplir con su tarea. La sombra de Floris Baratheon seguía presente en su mente, y el temor a no estar a la altura era constante.
Mina, siempre más directa y confiada, fue la primera en hablar.

—Padre, entiendo la importancia de esta oportunidad, pero Floris ha sido astuta. Gwayne está cada vez más cautivado por ella. Tendremos que ser extremadamente cuidadosos si queremos revertir la situación.

Tyland asintió, apoyando las palabras de su esposa.

—Floris ha jugado bien sus cartas, pero Gwayne todavía no ha tomado una decisión definitiva. Este banquete es la ocasión perfecta para mostrarle a Gwayne lo que podría perder si decide alejarse de Anne.

Gerald giró la cabeza hacia Anne, sus ojos llenos de una mezcla de exigencia y expectativa.

—Anne, este banquete será crucial. Debes hacer todo lo posible para atraer de nuevo la atención de Gwayne. No es suficiente que simplemente estés presente; debes destacarte, debes hacer que se fije en ti de una manera que no pueda ignorar.

Anne respiró hondo, sintiendo el peso de las palabras de su padre. Sabía que no podía permitirse fallar.

—Haré lo que pueda, padre—dijo, su voz suave pero decidida.—Pero… ¿cómo puedo asegurarme de que Gwayne me preste atención y no esté completamente absorto en Floris?

Gerald se acercó a su hija, su expresión más suave pero todavía cargada de expectativa.

—Gwayne es un hombre, Anne. Como todos los hombres, puede ser influenciado por una mezcla de inteligencia, gracia, y encanto. Tienes esas cualidades, pero debes aprender a usarlas con más confianza. No debes ser tímida ni retraída. En este banquete, debes demostrarle que eres una opción más atractiva que cualquier Baratheon.

Mina se inclinó hacia su hermana y le tomó la mano.

—Anne, debes recordar que esta no es solo una batalla para atraer a Gwayne. Es una lucha por nuestro futuro. Usa todos los recursos que tengas a tu disposición. No subestimes la influencia de un simple gesto o una palabra bien colocada.

Tyland añadió, con una sonrisa calculadora.

—Además, no estás sola en esto. Todos nosotros jugaremos nuestro papel para asegurarnos de que las cosas salgan a nuestro favor. Yo me encargaré de que Floris tenga competencia, y Mina te ayudará a prepararte.

Anne asintió lentamente, sintiendo un renovado sentido de propósito. Aunque el miedo seguía presente, sabía que no podía permitirse dudar.

—Entiendo. Haré lo necesario para que Gwayne vuelva a verme como una opción digna de su atención.

Gerald asintió, satisfecho con la determinación que veía en su hija.

—Bien. Ahora, debemos prepararnos para lo que viene. Este banquete puede cambiarlo todo, y no debemos desperdiciar esta oportunidad.

El grupo permaneció en la habitación, discutiendo detalles y estrategias para la noche del banquete, mientras el fuego seguía ardiendo, reflejando la intensidad de los planes que se estaban gestando.

Para Anne, la noche del banquete sería un momento decisivo, una oportunidad para redimirse y, con suerte, recuperar el favor de Gwayne Hightower.

Anne se encontraba sola en su habitación, sentada frente al espejo de su tocador, pero su mirada estaba perdida en los pensamientos que la asaltaban

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Anne se encontraba sola en su habitación, sentada frente al espejo de su tocador, pero su mirada estaba perdida en los pensamientos que la asaltaban. El silencio de la estancia era abrumador, roto solo por el suave crujido del fuego en la chimenea. Las palabras de su padre, Tyland, y Mina resonaban en su mente, recordándole constantemente la importancia del banquete que se avecinaba. Sabía lo que se esperaba de ella, pero no podía evitar sentirse como una simple pieza en un juego de poder mucho más grande que ella.

Se miró en el espejo, intentando ver en su reflejo a la mujer que su familia necesitaba que fuera: segura, encantadora, capaz de captar la atención de un hombre como Gwayne Hightower y de mantenerla alejada de cualquier competencia. Pero todo lo que veía era a una joven abrumada por las expectativas que pesaban sobre sus hombros.

Con un suspiro, Anne se levantó de su asiento y se acercó a la ventana, desde donde se podía ver una parte de los jardines de la Fortaleza Roja. La brisa nocturna se colaba suavemente a través de las ventanas, trayendo consigo el aroma de las flores y el murmullo lejano de la vida en la corte. Pero en ese momento, Anne solo sentía la soledad que la envolvía, una sensación que se había vuelto más intensa con el paso de los días.

No podía evitar pensar en su hermano mayor, Edric, quien estaba en Highgarden, ejerciendo como Señor en ausencia de su padre. Edric siempre había sido su confidente, su protector. Con él, nunca se había sentido sola, y en su presencia encontraba la fuerza que tanto le faltaba ahora. En momentos como este, desearía que Edric estuviera allí, a su lado, ofreciéndole el consuelo y el apoyo que tanto necesitaba.

—Si Edric estuviera aquí…—murmuró para sí misma, apoyando la frente contra el vidrio frío de la ventana.—Él sabría qué decir, qué hacer. No me sentiría tan… perdida.

La nostalgia y el anhelo la invadieron, recordando los días en Highgarden, cuando su vida era más sencilla y no estaba atrapada en las intrigas de la corte. Edric siempre había sido su roca, el pilar sobre el cual podía apoyarse cuando las cosas se volvían difíciles. Ahora, sin él, se sentía más vulnerable que nunca, una marioneta en manos de su padre, usada para sus propios fines.

Pero aunque el dolor de la soledad era profundo, Anne también sabía que tenía un deber para con su familia. La lealtad a su casa, a su padre, y a todo lo que los Tyrell representaban, era algo que no podía ignorar. Su deber estaba claro, aunque a menudo parecía un peso insoportable.

Lentamente, se apartó de la ventana y volvió a sentarse en el borde de la cama, sintiendo cómo la tensión en su pecho aumentaba con cada minuto que pasaba. El banquete que se aproximaba lo cambiaría todo, de una manera u otra. Pero, en el fondo, Anne no podía evitar sentir que estaba siendo arrastrada hacia algo que no podía controlar, algo que quizás no podría superar por sí sola.

—Debo ser fuerte—se dijo a sí misma en voz baja, como si al pronunciar las palabras pudiera infundir algo de valor en su corazón.

Sin embargo, mientras el silencio volvía a envolverla, la sensación de soledad permaneció, inquebrantable. Anne sabía que debía enfrentarse a lo que venía, pero no podía evitar desear, con cada fibra de su ser, que su hermano estuviera allí, ofreciéndole el apoyo que tanto necesitaba en ese momento. Y con ese pensamiento, se acostó a dormir, sabiendo que, aunque se sentía sola, no podía permitirse vacilar.

La Conspiración de las Rosas [Gwayne Hightower X OC] [House Of The Dragon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora