Catorce

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Kylie me pidió que la ayudara a arreglarse para una cena de negocios. Aunque no entendía completamente lo que estaba pasando, sabía que esa noche era importante. Cada movimiento suyo era meticuloso. El traje negro le quedaba a la perfección, como si cada pliegue estuviera diseñado específicamente para su cuerpo. Mientras ella se aseguraba de que todo estuviera en su lugar, yo la observaba desde la cama, intentando ocultar la inquietud que me recorría.

Siempre me había sentido algo fuera de lugar en este mundo. Era como si cada paso que daba me acercara más a un precipicio del que no podía escapar. Con Kylie, esa sensación nunca desaparecía, pero al mismo tiempo, ella era lo único que me anclaba a la realidad. Su sola presencia me daba la ilusión de estabilidad, aunque sabía, en el fondo, que todo esto podía desmoronarse en cualquier momento.

— ¿Estás nerviosa? —pregunté, buscando su mirada en el espejo.

—No. Solo es trabajo, nada más, no quiero que te preocupes por mí linda—respondió sin apartar la vista del espejo, ajustándose el cuello de la camisa. Pero sus manos, aunque firmes, temblaron apenas un segundo, un detalle tan pequeño que solo yo pude notar.

"Está mintiendo", pensé, aunque no dije nada. No quería empeorar la tensión que ya sentía en el aire. Así que me quedé callada, mirando cómo terminaba de arreglarse, con la esperanza de que todo saliera bien, aunque algo en mi pecho me decía que esta noche traería problemas.

Ella salió, y yo me quedé sola. Las horas pasaban lentas, y cuanto más pensaba en lo que podría estar ocurriendo allá afuera, más me invadía un miedo irracional. Las paredes de la casa se sentían más angostas, como si estuvieran cerrándose sobre mí.

 Las paredes de la casa se sentían más angostas, como si estuvieran cerrándose sobre mí

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~Kylie~

Las luces del restaurante brillaban sobre las mesas de mármol, el ambiente estaba cargado de conversaciones tensas, pero amables. Esta era una cena de negocios como cualquier otra, o al menos eso pretendía ser. Tenía todo planeado, cada palabra que diría, cada mirada que proyectaría. Sabía cómo jugar este juego. Había aprendido de los mejores, y esta noche debía sellar un trato que garantizaría mi control por años.

Me aseguré de que todo fuera perfecto. Mi traje negro de corte impecable, mis modales suaves pero firmes, y una seguridad en mi mirada que ocultaba cualquier rastro de la ansiedad que burbujeaba bajo la superficie.

El hombre frente a mí, Gregory, un tiburón en los negocios, hablaba de números y términos legales, pero algo no encajaba. Mi instinto, ese que me había salvado tantas veces, me gritaba que había algo más detrás de sus palabras. Mi atención se dividía entre seguir la conversación y observar el restaurante a mi alrededor, esperando que algo o alguien apareciera.

Y entonces lo vi. Bryce. A lo lejos, su sonrisa arrogante apareció entre la multitud, y mi estómago se revolvió de inmediato. Tenía esa misma maldita sonrisa desde que éramos niños, esa que siempre indicaba que estaba tramando algo. Fingí que no lo había visto, manteniéndome enfocada en Gregory, pero sentí el frío recorrer mi columna vertebral.

Estocolmo - Kylia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora