Diecisiete

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El dolor en la nuca era intenso, palpitante, y la sangre tibia que resbalaba hasta mi cuello, me asustaba. Bryce, con los ojos desorbitados y su respiración agitada, lo notó. Empezó a entrar en pánico, sabía que se veía mal, pero no tenía fuerzas para hablar estaba luchando contra la neblina en mi mente, tratando de mantenerme consciente.

La puerta se abrió de golpe. Varias sombras se adentraron en la habitación, y Bryce se tensó, retrocediendo de inmediato. Su actitud dominante y segura desapareció en un instante, dejándolo vulnerable y en pánico.

Escuché voces, una mezcla de gritos y órdenes que se volvían un murmullo en mi mente. A través de mi visión borrosa, vi figuras familiares y desconocidas al mismo tiempo. Y luego, aquella palabra atravesó la bruma de mi dolor y confusión: "Hija". La voz de mi padre.

Todo se volvió negro.

Cuando volví a abrir los ojos, me encontraba en un lugar blanco, impoluto, con el constante pitido de máquinas a mi alrededor. Me tomó un momento comprender dónde estaba: un hospital. Mi cuerpo estaba dolorido, cada parte de mí recordándome lo que había pasado. Giré la cabeza con dificultad y vi a mi madre dormida en una silla al lado de mi cama, su expresión relajada pero desgastada.

Involuntariamente, dejé escapar un leve ruido, y ella abrió los ojos de inmediato. Su mirada pasó de la sorpresa al alivio al verme despierta.

―Malia, cariño... ―susurró, acercándose y tomando mi mano con suavidad. ―No temas, ya estás a salvo.

Miré a mi madre, sin poder evitar sentir una mezcla de alivio y enojo. Una pregunta surgió en mi mente, tan clara y urgente que no podía evitarla.

―¿Dónde está Kylie? ―pregunté, con la voz ronca, apenas un susurro.

Mi madre vaciló, la incomodidad asomándose en su rostro. No supo qué decirme, y eso me llenó de inquietud.

En ese momento, la puerta se abrió, y mi padre entró. Su mirada era dura, llena de determinación, pero también de algo que no había visto en él en mucho tiempo; arrepentimiento.

―Kylie... ¿qué ha pasado con ella? ―repetí, ahora más desesperada.

Mi padre respiró hondo y se acercó a mi cama, colocándose junto a mi madre. Guardó silencio por un instante, como si estuviera eligiendo las palabras con cuidado.

―Kylie... te rapto para vengarse de mi, hija ―dijo finalmente, su tono serio pero con una nota de afecto que jamás imaginé escuchar salir de su boca.― Ella es una persona complicada. No es una buena persona. Su mundo es sucio y aunque te haya logrado manipular, no sé si sea el mejor lugar para ti.

Me dolió escucharlo, como si quisiera arrancarme algo vital. Sabía que Kylie no era perfecta, pero para mí, ella había sido mi luz en medio de mi propia oscuridad.

―No me importa su pasado ni sus problemas. Ella me hace feliz, papá―contesté, mi voz débil pero firme. —Además.. eres la— tragué con dolor. —Persona menos indicada para hablarme de un mundo sucio— dije casi entre dientes enojada.

―Lo se Malia, es mi vida, sé cuando hice mal, pero las cosas ya no son así. Además todo esto... solo quiero protegerte. Fuiste una víctima.

Guardé silencio, sintiendo la pesadez de sus palabras. Había sobrevivido, sí, pero algo dentro de mí seguía sintiéndose roto, incompleto. Mi mente no dejaba de pensar en Kylie, en cómo ella estaría ahora.

―Necesito verla ―susurré, mi mirada fija en mi padre, esperando que él entendiera cuánto significaba para mí.

—Malia.. eso no pasará— soltó ahora más firme que en toda la conversación. —Escucha hija, verás a una psicóloga desde hoy hasta que.. entiendas bien tu posición.

Estocolmo - Kylia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora