Era la primera vez en mucho tiempo que me encontraba manejando. Apretaba el volante con fuerza mientras la lluvia arremetía contra el parabrisas, las gotas resbalando como mis pensamientos en un mar de caos. Las calles, mojadas y resbaladizas, parecían reflejar mi tristeza. Amaba la lluvia, pero no cuando se descontrolaba, al igual que mi situación actual.Al llegar a la casa de Ruby, corrí hacia la puerta y la toqué con urgencia. Ella abrió de inmediato, y sin esperar, me lancé a sus brazos. No era una persona de abrazos, pero en ese momento lo necesitaba.
—Bryce quiere a Malia —le susurré, casi con un nudo en la garganta.
—¿Qué? —dijo, alejándose un poco para mirarme a los ojos. Su rostro se tornó serio al instante. —¿Estás hablando en serio?
—Sí —respondí, sintiendo la desesperación apoderarse de mí. —Me está amenazando, Ruby. A mí. Ese hijo de papi sabe el poder que tiene sobre ella. ¡No puedo dejar que le haga daño!
Ruby cerró la puerta tras de mí y me llevó a su sala. Me senté en el sofá, incapaz de contener la ansiedad. Las palabras comenzaron a salir descontroladamente.
—¡Me está amenazando, Ruby! ¡A mí! —dije, apretando los puños mientras la angustia me consumía.
—Kylie, respira —me dijo, tomando mis manos y bajándolas a nuestras piernas. —Escucha, ese hijo de puta sabe lo que dice, pero tú puedes con esto. Podemos. Hemos enfrentado cosas peores. Recuerda cuando escapamos de ese proxeneta.
—¡Eso fue diferente! —exclamé, sintiendo la frustración burbujear. —No hay forma de que pueda manejarlo sola.
—Kylie, relájate. No estás sola. ¡Confía en mí! —su tono era firme, y su mirada, decidida. —Muéstrale que eres indiferente, que no le tienes miedo.
—No puedo ser indiferente con Malia, Ruby. No puedo.
—Lo sé, pero puedes fingir. Como... como si... —se detuvo, sonriendo de forma traviesa— Como si fingieras un orgasmo.
Solté una risa a pesar de la tensión.
—¿Qué? ¡No finjo orgasmos! —me reí más fuerte, sacando mis nervios en aquella carcajada.
—Verdad, no eres hetero —dijo, llevándose la mano a la frente, exagerando. La risa se desvaneció y la preocupación volvió a surgir.
—¿Pero cómo puedo hacer eso? ¿Fingir que no me importa Malia?
—Escucha, hay algo que no te conté, pero podría ayudarnos —Ruby se inclinó hacia adelante, su voz baja y conspiradora. —Tengo más de diez kilos de metanfetaminas.
Me estremecí al escuchar eso.
—¿Tú qué?! —dije, la incredulidad llenando mis palabras.
—No son exactamente para mí, las venderé y generaré más ingresos. Pero si le dices a Bryce de la manera más calmada que vendiste a Malia, con una actitud arrogante, y si no te cree, entonces le das pruebas. Podría dejarlas en paz, al menos hasta que decidas qué más hacer. Pero Malia tiene que saberlo.
Asentí lentamente, dándome cuenta de que Ruby tenía razón.
—Está bien, entonces. Necesito que vayamos a mi casa ahora, le contaré a Malia lo que pasa y... —hice una pausa, sintiendo el peso de la situación—. Invitaré a Bryce a algún lugar en cuanto pasen las 24 horas.
Nos dirigimos a mi casa, la lluvia seguía cayendo, y la tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo.
Al llegar, Malia estaba sentada en el sofá, con un libro en las manos. Con los guardaespaldas viéndola a una distancia óptima. Al vernos, su rostro se iluminó, pero rápidamente notó nuestra expresión de preocupación.
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Estocolmo - Kylia
FanfictionEl síndrome de Estocolmo es un fenómeno inquietante, un vínculo emocional que florece entre la víctima y su captor. Algo que le sucede a Malia Baker, una joven hija de millonarios. Harta de las expectativas de su familia, decide alejarse en busca de...