~Narradora~La puerta del departamento de la rizada se abrió con un crujido, y Malia entró lentamente, sintiendo una mezcla de extrañeza y familiaridad. A pesar de los años que había pasado allí, el espacio parecía haberse convertido en un lugar ajeno, distante. Miró a su alrededor; las paredes estaban intactas, los muebles seguían en su lugar, pero el aire estaba cargado de algo que no podía identificar. Era como si las sombras se hubieran convertido en recuerdos, y cada rincón contara una historia que ya no reconocía.
Su madre, que la seguía de cerca, le dio un leve empujón en la espalda para que avanzara. Cargando algunas bolsas de compras, la mujer miró a su alrededor y suspiró, como si también compartiera el peso invisible que invadía el lugar.
Malia avanzó hasta la sala, donde su gata Zoé, la esperaba en el sofá. Al verla, la gato parpadeó y se levantó, acercándose a ella con lentitud. Malia sonrió, aliviada de ver que, al menos, ella seguía siendo la misma. Suave y cálida. Le devolvía una pequeña porción de hogar.
―Cariño, ¿cómo es que Zoé está tan bien cuidada? ―preguntó su madre, su tono curioso y un poco desconfiado mientras dejaba las bolsas en la cocina y regresaba a la sala.
―Ah, Morgan y..V-Valeria tienen las llaves. Siempre lo cuidaron, incluso cuando estaba en el internado. No podía estar aquí todo el tiempo, así que ellas se ocupaban de la gata ―dijo tratando de sonar despreocupada. Su madre asintió lentamente, como si tratara de asimilar la explicación.
Pero para Malia, la situación era un poco más complicada. A medida que observaba el departamento, notó pequeños detalles que no recordaba haber dejado. Unos pendientes brillantes que no eran suyos, un collar que parecía caro, incluso el olor de un perfume. Había algo más allí, una presencia que no podía explicar.
Al posar su mirada en la mesa del comedor, encontró su celular. Lo miró un momento, perpleja. Recordaba claramente haberlo tenido en las manos el día en que todo cambió, y aun así, ahora estaba aquí, como si alguien lo hubiera traído de vuelta, intacto. Una sonrisa involuntaria se formó en sus labios al imaginar que quizás Kylie había estado involucrada en todo eso, asegurándose de que volviera a su vida intacta.
Mientras trataba de descifrar el significado de esos objetos extraños, su madre se acercó, mirándola con preocupación.
―¿Y la tesis? ―le preguntó en tono suave― Tienes solo dos semanas para defenderla. Si no te sientes lista, no hay problema...
La menor tragó saliva. La tesis, su trabajo, su dedicación. Antes, era lo único que la hacía sentir conectada con algo importante. Pero ahora, después de todo lo que había pasado, las palabras en su mente parecían vacías, carentes de significado. Sintió una punzada de frustración y un deseo inexplicable de comenzar desde cero.
―No, mamá. Lo haré. Estoy lista, de verdad ―dijo, sonriendo, aunque en su interior dudaba de esa afirmación.
Se dirigió a su escritorio y encendió la computadora. Miró la pantalla en blanco, el documento de la tesis abierta ante ella, y por un momento, sintió un abismo en su interior. Las palabras no parecían tener sentido; el tema que antes la emocionaba ahora le parecía superficial. Y sin pensarlo dos veces, borró el archivo, sintiendo una extraña mezcla de vacío y liberación.
Un sonido fuerte resonó desde la puerta, interrumpiendo su momento de introspección. Su madre se acercó para abrir, y Malia escuchó voces susurradas en la entrada. Se giró para ver que su madre intercambiaba unas palabras con alguien en la puerta antes de dar un paso atrás, dejando pasar a una figura familiar.
―¡Malia! ―exclamó Morgan, entrando rápidamente y saludando con una sonrisa nerviosa y un ligero saludo con la mano hacia su madre antes de abrazar a Malia con fuerza.
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Estocolmo - Kylia
FanfictionEl síndrome de Estocolmo es un fenómeno inquietante, un vínculo emocional que florece entre la víctima y su captor. Algo que le sucede a Malia Baker, una joven hija de millonarios. Harta de las expectativas de su familia, decide alejarse en busca de...