La llevaron por otro pasillo, hasta otro salón y de ahí a una habitación con espejos y olores a plantas y espesos perfumes florales. Sus sentidos también percibieron algo de incienso y seguidamente descubrió una estatua de una Gorgona grotesca de piedra volcánica que mostraba un par de colmillos de jade en una horrible mueca de violencia. En sus manos se hallaba un corazón de rubí y sus ojos refulgían con placer al llevárselo a la boca.
Era una escena espantosa que no auguraba nada bueno. Sin embargo, el altar solo ocupaba una pequeña parte de la habitación amueblada con propiedad y riqueza opulenta, lo que le daba a entender a Romelí que era una especie de altar personal. Vasijas de oro tenían dentro ascuas donde dos sirvientes estaban colocando nuevas bolitas de perfumado incienso azul.
Con un gesto, los eunucos hicieron que los sirvientes salieran por las portezuelas, dejando la habitación vacía. Uno de ellos fue a una de las paredes y retiró las placas de madera de los ventanales, al tiempo en el que escapaba el incienso y la luz llenaba a raudales la estancia. Romelí sintió esto como un descanso del espeso aroma.
La sentaron en un banco, con las manos entrelazadas en su regazo, tratando de calmar su respiración. La espera se prolongó, y el silencio de los eunucos, que permanecían inmóviles a su alrededor, hacía que cada segundo pareciera eterno. Ella pasaba los ojos de la Gorgona violenta a los bajos de los vestidos raros de los eunucos mientras estudiaba su situación. La deidad le devolvía la mirada desde donde se encontraba, sus colmillos de jade lanzando destellos afilados, la lengua extendida acariciando obscenamente el rubí con forma de corazón recién arrancado.
Ella sabía que este pueblo era violento, alimentado por el hedonismo, por la maldad y la venganza, su diosa lo demostraba. No había visto más alusiones a la misma, pero había oído historias mientras vivió en Oniria. Historias de la diosa de los Racotianos.
Finalmente, escuchó pasos. Eran ligeros, pero firmes, y resonaban por el pasillo con una cadencia que no dejaba lugar a dudas. Khafra estaba de regreso. Cuando la puerta se abrió, su figura apareció una vez más, envuelta en esa extravagancia afeminada que ahora le parecía más aterradora que antes, vestido de un azul profundo. Era un cambio radical respecto a la vez anterior, cuando llevaba colores más cálidos. Ahora, el azul de su ropa y del maquillaje de sus parpados hacía que sus ojos adquirieran un tono diferente. Romelí observó con fascinación cómo sus iris parecían haber adoptado un reflejo gélido, más cercano al azul que al rojo. Había algo en ellos que la incomodaba aún más que antes; eran casi como espejos que reflejaban un enigma que ella no podía descifrar.
Romelí se permitió, por un instante, imaginar el mar ante el constante asedio de tanto azul en ese hombre. El mar de su hogar. No este lugar donde todo era reglas, amenazas, y muertes. Si había un azul que ella quería contemplar, era el de las aguas mansas y benéficas de su pueblo natal, llenas de peces gordos y carne jugosa y arrecifes coloridos.
Khafra la observó a su vez con detenimiento antes de esbozar una sonrisa pequeña y desapasionada.
—Veo que mis eunucos han hecho su trabajo —dijo, con una voz afeminada pero firme—. Ahora, solo resta que yo la prepare como es debido.
Los sirvientes le trajeron los botes de maquillaje, y demás cosas mientras salían y desaparecían de la vista en silencio. Él tomó una brocha ancha de cerdas finas, luego dudó y tomó tres jarros de colores mientras miraba de refilón el cabello de la joven. Parecían cerámica persa, pero las brochas tenían formas raras que no reconocía de ninguna de las ciudades que había conocido.
—No eres de aquí —dijo de pronto ella, en un comentario espontáneo y sorprendido ante los rasgos del hombre.
Romelí sintió cómo las palabras se escapaban de sus labios antes de que pudiera contenerlas. La observación, aunque sencilla, resonó en el aire tenso del cuarto. Khafra se detuvo en su tarea, mirándola con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
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El color del alma
ФэнтезиEnfrentada a un destino incierto, Romelí se ve obligada a adentrarse en el peligroso y seductor mundo del harén imperial, un nido de intrigas y rivalidades donde la traición acecha en cada rincón. Conscientes de su singular belleza, muchos la subest...