Capítulo 27

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Abrí un poco la ventana esperando que el viendo se lleve esa sensación horrible que tengo.

La muerte de mi madre me afecto a altos niveles, pero pude seguir. Isobel siempre estuvo conmigo. Esta conmigo.

Rory se quedó sola y ella debía de hacerse cargo de dos niños. Sin duda es mejor que yo. En todos los sentidos.

Volví a cerrar la ventana, no quiero que los niños se enfermen. Simplemente me quede en el sillón contemplando el techo, no creo poder dormir otra vez. Al menos no por hoy.

Se levantó de repente un poco asustada y vi por un costado que se quedó sentada viendo a los niños. Espero que en algún momento de nuestra vida, yo también sea importante para ella. Así como lo son los niños.

—¿Sucedió algo?—pregunto en voz baja llegando a mí. La tome desprevenida acercándola y poniéndola encima.

Se sorprendió un poco pero no hizo ademán de bajarse, al contrario se acomodó mejor.

—¿Puedo verlas? Tus alas—pregunte. Por unos segundos me observo atentamente, tal vez queriendo descubrir el porqué de mi petición.

Vi como se abren y cierran, tan majestuosa. Estire la mano y no se movió dejo que las tocara. Con mucho cuidado pase la yema de los dedos.

—Son increíbles, enormes, bellas y rojas— dije impresionado. Mi mentón está en su hombro izquierdo—rojita—susurre. Se enderezó de repente, guardo sus alas alejándose. Pidió que no la llame así. Es un punto débil para ella, pero no sé porque.—¿es malo ese nombre, Aurora?

—Te dejaré llamarme como desees, pero no así. Por favor—dijo.

—¿Por qué el llamarte rojita es malo?—vi dolor en su expresión. Toque su mejilla y con la mano izquierda la enrede en sus cintura para acercarla más— ¿qué tal si te llamo mi reina? ¿Mi amor? ¿Mi vida?—Se empezó a reír porque la nombre por muchos nombres cursis— ¿o tal vez tomatito?

—¿De dónde sacaste eso?— pregunto y yo levante lo hombros. En un movimiento me pare con ella, enredo sus piernas en mi cintura y una vez asegurarnos qué los niño duermen, baje con ella a la cocina.

Al doblar al pasillo escuché algo caerse y grite de la impresión cerrando los ojos lo más rápido posible.

—Dios, Sarlonk. No quiero ver eso— le grito mi pareja pegando su rostro a mi cuello. También lo ha visto.

—Ay Aurora, tu apestas a Jackson y nadie te anda diciendo nada—gritó Tamara. Lentamente fui abriendo ojos, veo que se van entre las sombras hacia su habitación terminar lo que estan haciendo.

Estuve a nada de verle los pechos a esa Rubia. Creo que el hambre se me quito.

—No estoy acostumbrado a que haya tanta gente en esta casa— dije llegando al primer piso.

—Necesito lavarme los ojos para sacarme esa imagen de ellos dos. Me alegro que se lo tome bien y que sea feliz pero pata nada quiero imaginarme su relación— dijo intentando bajarse pero no a deje. — Ni la de Seradia. Con Flora, Sunny y Malec aún tengo tiempo de asimilarlo.

—Hablas como una anciana— me reí de ella.

—No hablemos de ancianos cariño porque estoy segura de que tú me multiplicas la edad por mil—dijo divertida. Me reí y con verdaderas ganas. Dándole la razón.

—Tal vez por unas décadas— dije. Preguntó cuántos años tengo y no le dije bien. Soy tan viejo como la gran reina. Y no porque la llame vieja.

Mi nana está en la cocina. En la mesa hay una taza con algo y tiene la cabeza en su mano, algo en su rostro me preocupo. Baje a Aurora y llegue a ella.

ScarletDonde viven las historias. Descúbrelo ahora