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1 de septiembre de 2003

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1 de septiembre de 2003

Asomó la cabeza por el umbral de la puerta y observó la ruidosa sala que había más allá. Ya había allí cientos de estudiantes, cuyas voces rebotaban en las paredes. Se estremeció. Pero sabía que tenía que entrar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, pausa. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, pausa.

Un alumno chocó con ella al entrar a toda prisa en la habitación, charlando con sus amigos e ignorando a la dócil muchacha que se asomaba a la puerta. Lisa se apartó, recostándose contra la pared. No, vamos, se reprendió a sí misma. Tienes que hacerlo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, pausa. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, pausa.

Sus manos se cerraron en puños. La nueva técnica de conteo que le había enseñado su terapeuta no estaba funcionando. No se sentía tranquila. No se sentía en control. Se dio la vuelta y se alejó por el pasillo, cabizbaja. Al salir del edificio, se encontró en una zona desconocida del nuevo recinto escolar. El sol brillaba en lo alto, recordándole que era mediodía y que tenía hambre. Pero no tanta como para enfrentarse al bullicioso comedor. Mirando a su alrededor, se dirigió hacia un gran árbol cuyas anchas ramas proyectaban una amplia sombra sobre la hierba.

Se sentó y trató de acomodarse apoyándose en la áspera corteza. Finalmente se tranquilizó y acercó su mochila. Dentro había una bolsa de chips, una botella de agua y una manzana. ─Por si acaso, ─ le había dicho su madre de acogida aquella mañana cuando le dio a Lisa dinero para el almuerzo. En aquel momento, hace cuatro horas, Lisa estaba segura de que podría entrar en el comedor del nuevo instituto y pedir su comida. Pero cuando llegó el momento, fue demasiado.

Se acomodó, abrió la bolsa de chips y sacó un libro. En pocos instantes, se había sumergido en el mundo creado por las palabras de sus páginas.

─ Hey, es la nueva rarita.

Lisa levantó la vista, instintivamente sabía que el comentario sarcástico se refería a ella. No era la primera vez en su vida que la llamaban rara y probablemente no sería la última. Pero no era justo. La normalidad no existía. Todo el mundo era diferente. El hecho de que ella fuera diferente en algo no la convertía en rara. Al menos, eso le decían sus padres de acogida. Sus compañeros, sin embargo, parecían tener otra opinión. Delante de ella, silueteadas contra la brillante luz del sol, había tres chicas que ya le eran familiares.

─ ¿Qué haces aquí? ─ preguntó la pelinegra. Irene Bae, recordó Lisa. Era buena recordando nombres. ─Leyendo, ─ respondió Lisa, levantando el libro como si quisiera ilustrar su punto.

El movimiento fue tonto y Jennie le arrebató el libro de las manos de inmediato. ─El bosque del cisne negro, ─ leyó. ─Otra vez cisnes, ¿huh?

─Me gustan los cisnes, ─ declaró Lisa. ─ Estoy leyendo libros con la palabra 'cisne' en el título. Ya he leído 'Cisnes salvajes', 'La trompeta del cisne', 'Hermana cisne' y tres libros diferentes, todos titulados 'El canto del cisne'. ¿No es extraño que los autores escriban libros con el mismo título? Si yo escribiera un libro, le pondría un título nuevo, no uno ya usado. El canto del cisne se refiere a -

Refugio | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora