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─ ¿Qué has dicho? ─ preguntó Rosé, boquiabierta ante lo que acababa de oír. O lo que había oído mal, seguramente.
─Dije que iría a Central Park con Jennie y Luca y con quien quiera que vaya hoy del refugio, ─ dijo Lisa mientras colocaba sus dos rebanadas de pan en la tostadora, con una toalla envolviéndole el cuerpo y el pelo recogido bajo otra encima de la cabeza.
─ ¿Dijiste que irías a central park con la misma Jennie Kim a la que ayer le gritaste que odiabas antes de tirarle cosas a la pared?
─Sí, y luego me calmé y decidí que iba a hacer mi trabajo y asegurarme de que Jennie y Luca estuvieran a salvo, ¿recuerdas? ─ respondió Lisa mientras sacaba la mermelada y la mantequilla de la nevera, preparando su desayuno.
Rosé frunció el ceño. ─Bueno, sí, de acuerdo. Pero hacer tu trabajo no suele incluir acompañar a nuestras mujeres a Central Park.
─A veces sí.
─Dime cuándo fue la última vez que fuiste a Central Park con mujeres del refugio, ─ rebatió Rosé, cruzada de brazos mientras observaba a la castaña pulsar varios botones de su cafetera.
Lisa se detuvo un momento. ─El 11 de agosto del año pasado. Fuimos a la fiesta de cumpleaños de la pequeña de Jo. Yasmin, ¿recuerdas?
─Bien, de acuerdo, vas al parque con nuestras mujeres una vez cada ocho meses cuando se presentan ocasiones especiales. Pero en serio, Lisa, ¿crees que es una buena idea? ¿Puedes manejar esto?
─Ella me lo pidió, le hice una promesa, ─ Lisa se encogió de hombros, saliendo de nuevo de la cocina y dirigiéndose a su dormitorio para vestirse.
─Sí, pero Lis, ¿crees que puedes manejar pasar tiempo con esta mujer? ─ La puerta del dormitorio de Lisa se cerró con un chasquido, pero la pelirroja no se inmutó. ─El corte en mi dedo discreparía. Después de todo lo que te hizo, ¿estás segura de que estás preparada para pasar el rato como si no hubiera pasado nada? ¿Como si sólo fuera otra mujer que busca un lugar seguro donde quedarse, huyendo de cualquier mala situación en la que haya acabado?
─Es otra mujer que busca un lugar seguro donde quedarse, ─ respondió Lisa en voz baja, la mujer ya vistiéndose para no llegar tarde. Una conversación con su compañera de piso no iba a perturbar su rutina matutina. ─Ya te he dicho que mi responsabilidad es hacer mi trabajo y lo estoy haciendo.
Rosé suspiró y se apoyó en la pared de la habitación de su mejor amiga. ─ ¿Crees que eres lo bastante fuerte para ser lo que ella necesita después de todo lo que ha pasado entre ustedes dos en el pasado?
La puerta se abrió de golpe. Lisa, vestida con su habitual camisa blanca y pantalones negros, miró a Rosé. La otra mujer tuvo la delicadeza de mostrarse arrepentida, sabiendo que había tocado un nervio. Lisa era una de las mujeres más fuertes que Rosé conocía y en cuanto la palabra salió de su boca se arrepintió.