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Nota: Menciones de acoso y abuso, y de personas con discapacidad mental.

Nota: Menciones de acoso y abuso, y de personas con discapacidad mental

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17 de abril de 2004

Por fin sonó el timbre, señalando el final de lo que parecía la hora más larga de la vida de Lisa. Odiaba la clase de inglés. Escribir no era su fuerte, sobre todo la escritura creativa. Guardó su cuento inacabado en la mochila, se puso el bolso al hombro y salió de la ruidosa clase. Era ya el final del día y por fin podía dejar la escuela y volver a casa, donde reinaba la calma y el silencio. Tal vez entonces podría completar su intento de tarea.

El pasillo estaba lleno de gente. Caminó lo más cerca que pudo de la pared, rozando con los hombros la pálida pintura, intentando desesperadamente no tocar a nadie. Finalmente, llegó a su taquilla. Giró la combinación de la cerradura, la abrió y empezó a sacar los libros que sabía que necesitaría para hacer los deberes esa noche. Lisa siempre hacía los deberes el mismo día que los recibía. Así nunca se retrasaba ni se olvidaba. Probablemente era la chica de diecisiete años más aplicada del instituto.

Mientras cargaba su mochila, de pronto tiraron de la correa en su hombro.

─ ¡Hey! ─ se dio la vuelta, y la correa se le escapó antes de que pudiera recuperarla.

─ ¿Sobre qué has escrito, Manoban la loca? ─ se mofó la adolescente que sostenía su mochila; sus dos mejores amigas la flanqueaban a ambos lados, sonriendo con expectación.

Lisa bajó la mirada, tratando de evitar la confrontación. Si las ignoraba, al final siempre acababan aburriéndose y la dejaban en paz.

Pero todavía no; primero tenían que divertirse. ─Escribe una historia sobre un personaje que lucha por encontrar su lugar en el mundo, ─ recitó la abusona. ─ ¿Acabas de escribir la historia de tu propia vida? ¿Una niña abandonada sin padres que la quieran? Si estás intentando encontrar tu lugar en el mundo, no es aquí. No perteneces a Lansing, Manoban. Vuelve a Nueva York.

Lisa no dijo nada. Ya habían pasado ocho meses desde que llegó a Michigan y seguía siendo la extraña. No es que quisiera formar parte de aquella particular pandilla de chicas, pero su posición como su víctima había convertido a Lisa en una paria social. Ya le resultaba bastante difícil hacer amigos. El acoso no ayudaba. Nadie quería ser amiga de la persona de la que se burlaban a diario las chicas más crueles del instituto. Se miró los zapatos, esperando a que el trío siguiera su camino.

─No eres más que un patito feo al que no quieren, ─ se burló una de las chicas.

─En realidad, los bebés cisne se llaman cygnets. ─ Fue un reflejo; corregir un hecho equivocado. Lisa se dio una patada internamente cuando se encontró mirando desafiante a tres caras sonrientes. Ya tenían lo que querían. Habían conseguido que se implicara.

─ Ooh, un cygnet, ─ se burlaron al unísono.

─ ¿Qué eres, una rara observadora de aves? ─ se rió la líder.

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